1 enero: Santa María, Madre de Dios

En el icono de la Natividad del Señor lo primero que salta a la vista es la mediación por la que el Verbo se ha hecho carne: la Madre. “He aquí la hermosa Cordera madre del Buen Pastor”. Por medio de ella, “nuestro Dios ha nacido en la carne para otorgar al mundo su gran misericordia”. Esto ha acaecido en un lugar concreto: Belén. Y, a la santa ciudad de David se le dice: “A todos se abre el jardín de Edén. Exulta, oh Éfrata, porque en la gruta florece de la Virgen el Árbol de la vida… Comiendo de Él no moriremos”. Estos tres grandes cantos del Oriente cristiano nos ayudan a comprender el misterio de la Presencia divina (Shekiná) en medio de nosotros como uno de los nuestros. Nacido de una mujer (Gal 4,4) que es celebrada como Esperanza desde el 18 diciembre, en la antigua Iglesia de España, y, en el Rito romano, con una solemnidad como culminación de la octava de Navidad (la Madre de Dios, Theotokos).

Desde el siglo VII, en los iconos aparece María reclinada en un lecho ante el Niño fajado en un pesebre. En torno a esta imagen central –que emerge de la gruta iluminada por la luz celeste- se muestran las diversas escenas del evento natalicio. Generalmente estos episodios se muestran en tres planos pictóricos ofreciendo una visión unitaria del misterio: en el central, la gruta, la Madre y el Niño con los animales; en el superior, la estrella, montaña, ángeles, pastores y magos; en el inferior, José meditabundo, el hombre anciano vestido de pieles, el baño del Niño y los árboles.

En el lecho y en los vestidos de la Madre se conjugan los colores azul y rojo con sus múltiples significados. El color púrpura realza la dignidad de la mujer cubierta por un manto (maforion) que le cubre el cuerpo en el que destacan tres crucecitas o estrellas doradas: en la frente y en los hombros. Expresan dos realidades de la “llena de gracia”: la relación divina (hija del Padre, madre del Hijo, templo del Espíritu) y la virginidad (antes, en y después del parto). Las cuatro letras griegas MP 0Y muestran la identidad de la Virgen: es la Madre de Dios. El nimbo dorado, circundando su cabeza, nos habla de su santidad por gracia (Kejaritomene).

María, que guardaba todo lo sucedido en su corazón (cf. Lc 2,19), con su actitud invita a contemplar el acontecimiento; ella no mira al Niño sino a los que están ante el evento. El cuerpo de la Madre, formando una elegante curva, preparado a recoger al Hijo en su regazo como en un trono.

Oramos en este primer día del año:

«Gloria siempre a ti, excelso Padre y Señor, que te dignaste enviarnos desde el cielo a nuestro Señor Jesucristo como salvador; a quien anunciaste en otro tiempo por los vaticinios proféticos y ahora has manifestado nacido de María Virgen.

Hoy fue colocado en el pesebre para nosotros el pan de la vida eterna, y una gran luz fue irradiada a la Tierra. Hoy se ha manifestado la paz de los ciudadanos del Cielo y a nosotros todos se nos concede el don de la eternidad. Hoy se nos ha abierto el divino tesoro y una luz se nos ha dado, aquel que el Espíritu Santo hizo nacer» (PG de Navidad, lit. hisp-moz.).

3 comentarios en “1 enero: Santa María, Madre de Dios

  1. Anoche las uvas me parecieron una tradición vacía y bastante atolondradora. No he dormido bien… siempre exceso de comida… y al acostarme y ver la propuesta de hoy (adelantada) recordé el texto y preciosa melodía de la Cantiga 340 de loor a Santa María de Alfonso X. «Alba de los albores»
    Con ella me adormecí y ahora he buscado el texto original galaico en google (siempre veo moz.com desde el incómodo pero muy personal teléfono). Luego buscaré la traducción en el libreto del cd «Vida de María» de Pneuma, donde la canté por vez primera en 1996.

    María es el alba que trae la Luz de las luces… la epifanía de veneración ancestral de la salida del Sol, el Aleluya estacional de la Estrella que sustenta la vida de este planeta Tierra… y mas, del universo… es el hálito para las criaturas…
    Todas estas «tonterías» las digo yo. La cantiga canta así, acabando cada estrofas con la palabra alba:

    Virgen Madre groriosa,
    de Deus filla e esposa,
    santa, nobre, preciosa,
    quen te loar saberia
    ou podía?
    Ca Deus que é lum’ e dia,
    segund’ a nossa natura
    non viramos sa figura
    senon por ti, que fust’ alva.

    Tu es alva dos alvores,
    que faze-los peccadores
    que velan os seus errores
    e connoscan sa folia,
    que desvia
    d’aver om’ o que devia,
    que perdeu por sa loucura
    Eva, que tu, Virgen pura,
    cobraste porque es alva.

    Tu es alva dos mesqýos,
    que non erren os camýos,
    a grandes, a pequenýos
    ca tu lles rnostras a via
    per que ya
    o teu Fillo todavia,
    que nos sacou da escura
    carreira maa e dura
    per ti que es nossa alva.

    Tu es alva dos culpados,
    que cegos por seus pecados
    eran; mais alumeados
    son per ti, Santa Maria.
    Quen diria,
    nen quen osmar poderia
    teu ben e ta gran mesura?
    Ca sempre en ty atura
    Deus a luz ond’ es tu alva.

    Tu es alva per que visto
    foi o Sol, que éste Cristo,
    que o mund’ ouve conquisto
    e sacado du jazia
    e jaria,
    e de que non sairya
    mais Deus por ti da altura
    quis de ti, sa creatura,
    nacer, e fez de ti alva.

    Tu es alva dos que creen
    e lume dos que non veen
    a Deus, e que por mal têen
    o ben per sa bavequia
    d\’eresia,
    que é maa ousadia,
    e Deus non á destes cura;
    mais pela ta gran cordura
    lles dás lume come alva.

    Tu es alva que pareces
    ante Deus e escrareces
    os ceos, e que mereces
    d’averes sa conpania.
    E querria-
    t’ eu ver con el, ca seria
    quito de maa ventura
    e metudo na folgura
    u es con Deus, u es alva.

  2. CSM – 412 Alba dos albores. Esta es en loor a Santa María.
    (Traducción al castellano)

    Virgen Madre gloriosa
    de Dios hija y esposa,
    santa, noble y preciosa.
    quien alabarte sabría
    o podría?
    Pues a Dios, que es luz y día,
    jamás lo hubiéramos visto
    según nuestra naturaleza
    a no ser por Ti, que fuiste el alba.

    Tú eres el alba de los albores,
    que hace que los pecadores
    vean sus errores
    y conozcan su locura,
    que desvía al hombre
    a tener lo que debería,
    y que perdió por su locura
    Eva, y que, Tú, Virgen pura,
    cobraste porque eres alba (sin mancha)

    Tú eres el alba de los desgraciados,
    para que no yerren en los caminos,
    ni los grandes, ni los pequeños;
    pues Tú les muestras el camino,
    el que llevó
    tu Hijo en su vida,
    que nos sacó del oscuro
    y mal sendero y duro
    gracias a Ti que eres el alba.

    Tú eres el alba de los culpados,
    que ciegos por sus pecados
    eran; pero iluminados
    son por Ti, Santa María.
    ¿Quien diría,
    y quién podría aspirar
    a tu bien y a tu gran piedad?
    Pues siempre permanece en Ti
    Dios, la luz de donde procedes Tú, el alba.

    Tú eres el alba por la que visto
    fue el Sol, que fue Cristo,
    quien conquistó al mundo
    y lo sacó de donde yacía
    y permanecería
    y del que jamás saldría;
    pero, por Ti, el Dios de la altura
    quiso de Ti, su criatura,
    nacer, e hizo de Ti el alba.

    Tú eres el alba de los que creen
    y luz de los que no ven
    a Dios, y quienes tienen, por mal
    el bien, por la estupidez
    de su herejía,
    que es una mala osadía
    y Dios no se cuida de ellos;
    pero por tu gran misericordia
    y les das tu luz como alba.

    Tú eres el alba que apareces
    ante Dios y esclareces
    los cielos, y que mereces
    tener su compañía.
    Y yo querría
    verte a Ti junto a él, pues sería
    libre de cualquier malaventura
    y dentro, en el descanso,
    donde estás con Dios,
    de la que Tú era el alba.

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