Santo y bendito es en verdad
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que, a pesar de su condición divina,
se despojó de su rango
tornando la condición de esclavo,
cuando se encarnó
en las entrañas de la Virgen,
y, ocultando su divinidad,
asumió nuestra debilidad.
Él es Cristo
Señor y Redentor eterno.
Oremos con este texto dominical
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