Bautismo y Confirmación (Crismación)

En el siglo III, Cipriano de Cartago, escribió en una carta:
«El mundo en el que vivimos es malo, Donato.
Pero en medio de este mundo he descubierto a un grupo de personas santas y serenas.
Son personas que han encontrado una felicidad que es mil veces más alegre
que todos los placeres de nuestras vidas de pecadores.
Estas personas son despreciadas y perseguidas, pero eso no les importa.
Son cristianos, Donato, y yo soy uno de ellos».

Son los bautizados y crismados por el don del Espíritu.
Es el acontecimiento tras la conversión a Cristo.
Bautizarse implica cambiar el modo de vivir.
En la Iglesia primitiva, dado que todavía no existían familias cristianas, el bautismo se administraba sobre todo a personas adultas. Recibían -como hoy- las catequesis de preparación llamadas Catecumenado y, en la fiesta de Pascua, recibían en la misma ceremonia los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana:
Bautismo, Confirmación o Crismación y Eucaristía.
Existe una relación íntima entre Pascua e Iniciación Cristiana.
Pascua es una palabra judía y significa paso hacia la libertad.
La salvación de Cristo se aplica a cada ser humano gracias a la fe y el bautismo. El bautismo es la Pascua cristiana pues nos une con Cristo y nos hace pasar de la esclavitud del pecado y de la oscuridad, a la libertad de los hijos de Dios y a la luz de la fe.