«Quien sirve a Dios, imitando a Cristo,
debe dedicarse a la contemplación
sin renunciar a la vida activa.
No sería correcto obrar de otra manera,
pues del mismo modo que se debe amar a Dios
con la contemplación,
también hay que amar al prójimo con la acción.
Por tanto,
es imposible vivir sin la presencia de ambas formas de vida,
y tampoco es posible amar
si no se hace la experiencia tanto de una como de otra»
(S. Isidoro, Differentiarum Lib. II, 34, 135: PL 83, col 91 C).
Servir a Dios, servir al prójimo
2