Abrid las puertas a Cristo

Del comentario de san Ambrosio, obispo, sobre el salmo 118

 

Yo y el Padre vendremos y haremos morada en él. Que cuando venga encuentre, pues, tu puerta abierta, ábrele tu alma, extiende el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad de gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a todo hombre. Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras las puertas de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere, sin embargo, ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza.

Él salió del seno de la Virgen como el sol naciente, para iluminar con su luz todo el orbe de la tierra. Reciben esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin, aquella claridad que no interrumpe noche alguna. En efecto, a este sol que vemos cada día suceden las tinieblas de la noche; en cambio, el Sol de justicia nunca se pone, porque a la sabiduría no sucede la malicia.

Sigue leyendo

Vida espiritual. ¡HAZ ORACIÓN!

En la Ermita de san Isidro, el patrón mozárabe madrileño,
se distribuyó muchas veces este <decálogo>.
Lee, por favor, por si te puede servir.

1.- Hazte un plan de oración: no lo dejes al azar. Escoge un tiempo y un lugar.
2.- Decide cuánto tiempo vas a emplear en tu intento de orar.
3.- Decide lo que vas a hacer cuando ores (texto espiritual, pasaje de la Biblia, tus propias palabras o simplemente el silencio).

4.- Empieza tu tiempo de oración invocando al Espíritu Santo.
5.- Ten presente que estás en presencia de una persona Dios, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo. El quiere entrar en contacto contigo.
6.- No te esclavices a un método de oración. Escoge el más fácil o el mejor para ti.
7.- No busques resultados.
8.- Si tienes distracciones, mételas en tu oración.
9.- Si en la oración, siempre te sientes seco y sin interés, entonces lee un libro espiritual o algún folleto. La lectura espiritual es importante.
10.- Intentar orar es oración. Nunca renuncies a ese intento.

Ser lo que vemos…

Recibimos el Cuerpo de Cristo
para que juntos podamos ser
más verdaderamente
el cuerpo de Cristo en el mundo.

Como nos recuerda san Agustín de Hipona,
en la Eucaristía hemos de ser lo que vemos
y recibir lo que somos (Sermo, 272).

También continúa diciendo:
“A lo que sois respondéis con el amén,
y vuestra respuesta es vuestra rúbrica.
Se te dice: ‘El cuerpo de Cristo’,
y respondes: ‘Amén’ (Ibid.)”.
Ahora el “Amén”,
dicho cuando recibimos la Comunión,
es una continuación del gran Amén
que expresa nuestra disposición
a entrar en la vida de comunión
que Cristo ha obtenido para nosotros
con su Muerte y su Resurrección.

Sobre san Isidoro de Sevilla…

Donde se ve de un modo más palpable la influencia de la tradición del Doctor de las Españas es en el renacimiento que en Francia llevó a cabo Carlomagno, en cuya empresa brilló con relieve singular el español Teodulfo, obispo de Orleans, organizador de escuelas claustrales, educado en la genuina escuela isidoriana».

D’Ors define a Teodulfo de Orleans «como nuestro intelectual isidoriano». Y más: «Creo que la personalidad de Teodulfo sólo puede entenderse bien si se tiene en cuenta que es un visigodo de España, procedente del ambiente mozárabe, es decir, arabizado, y transmisor de la cultura isidoriana». En otro momento de su estudio sobre el arzobispo de Orleans, y a modo de conclusión, dice que «su humanismo libresco procedía de la reserva isidoriana constituida en Zaragoza un siglo antes por el gran discípulo de San Isidoro, San Braulio, ordenador de las ‘Etimologías’, y por Tajón, importador en España de la obra de San Gregorio Magno. (…).

Debe reconocerse, pues, que Teodulfo personifica la tradición cultural hispánica que anima el ‘Renacimiento Carolingio’, hasta su final con Rábano Mauro».

<Amén> a Cristo y a los otros

En la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén

Dado que lo que estamos recibiendo es el “pan del Cielo” y “el cáliz de la salvación”, san Justino nos recuerda que nadie ha de tomar parte en él, excepto el que crea en las enseñanzas de la Iglesia, haya recibido el bautismo para el perdón de los pecados y una nueva vida y viva de acuerdo con las enseñanzas de Cristo (Cf. Apología de Justino. I, 66, 1-2).

Cuando el sacerdote
o ministro extraordinario de la Sagrada Comunión
sostiene la hostia delante de nosotros y dice “el Cuerpo de Cristo”,
estamos siendo preguntados implícitamente:
“¿Eres tú el cuerpo de Cristo?,
es decir,
“¿Estás en comunión con Cristo y con tus hermanas y hermanos?”
Y si podemos responder: “Amén”,
entonces podemos alimentarnos con el Cuerpo de Cristo.