Arrodillarse en la liturgia

Arrodillarse corresponde a la verdad de nuestro mismo ser…
Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse,
y una fe, o una liturgia que desconociese el arrodillarse,
estaría enferma en uno de sus puntos capitales.
Donde este gesto se ha perdido,
se debe aprender de nuevo,
para que nuestra oración permanezca
en la comunión de los Apóstoles y los mártires,
en la comunión de todo el cosmos,
en la unidad con Jesucristo mismo”.

(J. Ratzinger, Teología litúrgica…)