Domingo epifánico de las Bodas de Caná

«En Caná de Galilea
Jesús comenzó sus SIGNOS,
manifestó su gloria
y sus discípulos creyeron en él».
Evangelio de Juan 2, 11.
 

La antiquísima tradición hispana conmemoraba
el primer milagro de Jesús -que san Juan llama «signo»-
el mismo día de la Epifanía,
con la adoración de los magos en Belén y el Bautismo en el Jordán.
El Rito romano, tras la renovación conciliar,
se ha situado en esta perspectiva
y despliega el misterio de la Manifestación en tres fiestas:
el seis de enero y los dos domingos siguientes.
 

«El que transformó la naturaleza del agua
dándole sabor de vino,
os dé inteligencia espiritual. Amén».
 

(De la Benedictio en la Epifanía)

 

El canto litúrgico

En el ars celebrandi (arte de celebrar)
desempeña un papel importante el canto litúrgico.
Con razón afirma san Agustín:
« El hombre nuevo conoce el cántico nuevo.
El cantar es función de alegría y,
si lo consideramos atentamente,
función de amor ».
[Sermo 34, 1: PL 38, 210.]

El Pueblo de Dios reunido para la celebración canta las alabanzas de Dios.

La Iglesia, en su bimilenaria historia, ha compuesto y sigue componiendo música y cantos que son un patrimonio de fe y de amor que no se ha de perder.

Ciertamente, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto.

A este respecto, se ha de evitar la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no respetuosos del sentido de la liturgia.

Como elemento litúrgico, el canto debe estar en consonancia con la identidad propia de la celebración.

Finalmente, si bien se han de tener en cuenta las diversas tendencias y tradiciones tan loables, deseo, como han pedido los Padres sinodales, que se valore adecuadamente el canto gregoriano como canto propio de la liturgia romana (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 116).

(Exhortación Sacramentum caritatis, 42)

Repite a menudo: “Kyrie eleison”

Te preguntas qué hacer
cuando te sientes atacado por todos los flancos
por fuerzas aparentemente irresistibles,
olas que te cubren y que quieren hacerte perder pie.

A veces, estas olas consisten en sentirse rechazado,
sentirse olvidado, sentirse no comprendido.
A veces, consisten en ira, resentimiento,
o hasta deseo de venganza,
y a veces, en una autocompasión
y autorrechazo.

Estas olas te hacen sentir
como indefenso y abandonado.
¿Qué debes hacer?
Toma la decisión consciente
de alejar la atención de estas olas
y dirigirlo hacia quien camina
por encima de ellas y dice:
“Soy yo; no temas”
(Mt 14, 27; Mc 6, 50; Jn. 6, 20).

Sigue volviendo tu mirada hacia Él
confiando en que Él traerá paz a tu corazón.
Mira hacia Él y di:
“Kyrie eleison, Señor, ten piedad.”
Repítelo una y otra vez,
no en forma ansiosa sino con la confianza
de que está muy cerca de ti
y dará descanso a tu alma.

(Nouwen)

Para pedir el don de la Fe

Monasterio normando de S. Wandrille (Francia)

¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!

Estos textos evangélicos nos pueden ayudar

-en nuestro tiempo de oración-

para pedir que se incremente nuestra fe:

    • La voluntad de Dios es que creáis en Aquel que ha enviado.
    • El que cree en Mí tiene la vida eterna.
    • Al que cree en Mí le brotarán del corazón ríos de agua viva.
    • ¡No se turbe vuestro corazón! Creed en Dios y creed también en Mí.
    • El que cree en Mí no está condenado, sino el que no cree.

Los antiguos repetían los textos como jaculatorias. Es uno de los métodos más clásicos de plegaria. Algunos llamaban «oración del corazón» a la repetición del texto: «Jesús, ten piedad de mí que soy un pecador».

Él está ahí…

“Soy yo; no temas”
(Mt 14, 27; Mc 6, 50; Jn. 6, 20).

Aunque no lo veas
Él está ahí.
Levanta tu corazón hacia Él,
confiando en que traerá paz a tu corazón,
y dile :

“Kyrie eleison, Señor, ten piedad.”

Canto de la aclamación Laus tibi, Xte… antes del Evangelio

El despliegue solemne que acompaña este movimiento conlleva la alabanza a Cristo presente en su Palabra, primero por parte del que lo ha de proclamar y, luego, por toda la asamblea. Aunque ausente en MHM 1991 conocemos bien el canto de la loa evangélica: Laus tibi domine. vr. Rex eterne gloriae (AL 248 f. 154v). Es esta una costumbre también atestiguada por san Eulogio en la Córdoba mozárabe:

Cuando el levita –diácono- toma el libro del Evangelio del altar lo eleva y dice: <Laus tibi> (Alabanza a Ti);y todos responden: <Laus tibi, Iesu Christe, Rex æterna gloriæ> (Alabanza a Ti, Jesucristo, Rey de eterna gloria). Precedido el Evangelio con las luces de los cirios como signo de gozo y alegría… después de haber pedido silencio a todo dice::  <Lectura…> ( Adv. El. I, 66, 1617 /774).

La procesión diaconal con el Evangeliario se mantuvo en los usos de Salamanca: “Recibida la bendición va al altar y toma el libro, lo eleva y dice: <V/. Laus tibi. R/ Laus tibi, Domine, Jesu Christe, rex æternæ gloriæ>. El canto de esta aclamación se ha realizado también en celebraciones de diversas diócesis españolas con variada gestualidad (beso, elevación del Libro, etc.).

En la Misa solemne del Congreso Mozárabe de Córdoba (2017) encontramos idéntica secuencia: la aclamación <Laus tibi>, “como saludo al evangelio”, bendición al diácono “en silencio”, cruz, etc.

Clausurando las fiestas de Epifanía…

«Recordamos
cómo se sumergió en las aguas
para santificar el curso del Jordán
y lavar a todas las gentes…»
(Misa App. Dni)

 

​Con motivo de la solemnidad
de la Epifanía o manifestación del Señor
se celebra el sacramento del Bautismo
o se bendicen las aguas
en muchos lugares.
Agua que
-como sacramental-
podemos conservar en nuestras casas.

 

¡Hay que nacer de nuevo!

¡Hay que nacer del agua y del Espíritu!