El misterio de la oración en la historia de la salvación

Es justo y necesario, Señor,
orar e invocarte siempre,
a ti, que, desde el principio,
escuchas con bondad las plegarias de tus siervos
y te muestras propicio;
anticipas tus beneficios a cuantos te invocan,
realizas gestas maravillosas y no niegas tu perdón,
otorgas siempre tu amor y muestras tu providencia.

Así, cuando Moisés te suplicó
con las manos extendidas, imagen de la cruz,
en Amalec venció al diablo;

así, cuando Josué invocó al Señor,
por la fuerza del nombre divino,
prolongó el día hasta vencer al enemigo,
tal como nuestro Jesús, la luz verdadera que había de venir,
crecería siempre más hasta destruir las tinieblas;

así, Samuel, después de haber orado,
aterrorizó los duros corazones del pueblo
con un vendaval y los conmovió con truenos
dando testimonio anticipado de Cristo,
quien haría resonar las amonestaciones evangélicas;

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Para asistir, invitar y difundir…

Asistir, invitar y difundir… tres verbos que construyen.
Ante tantas noticias negativas nosotros somos positivos.
San Isidoro (+ 636) fue un faro en el mundo visigodo
nosotros, como cristianos, hemos de ser luz -sembrando cultura-
en nuestro siglo XXI.
Hagamos lo posible para reservar esa mañana
e invitemos a los amigos.

 

P. Jordi Gibert Tarruell, monje cist.

Hoy, 25 de febrero de 2019 A.D.
ha muerto el gran mozarabista.
Pedimos por él
con las palabras de la liturgia hispana
que, con tanto empeño, difundió:
 
<<Santo, bendito y glorioso, piadoso y lleno de misericordia
es en verdad nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
pues siempre asiste a los indignos
con la grandiosidad de su clemencia
y en todo momento está disponible
para quienes carecen de méritos.
Por esta razón te pedimos, Dios santo,
que, perdonando todos sus pecados,
ilumines con luz celestial a nuestros familiares y amigos difuntos.
Y si quedaron manchados por algún mal de la tierra,
queden limpios por el perdón de tu misericordia,
por Cristo Señor y Redentor eterno>>

Invitando a la celebración…

En el centro de Madrid tienes la posibilidad de participar del culto hispano (visigótico-mozárabe).
Es una propuesta semanal para dar gracias a Dios, para pedir su Santo Espíritu y sentirnos miembros
de una Iglesia que ha creado una cultura en España.

 

El papel del Espíritu en la Eucaristía

Señor, nos alegramos en tus alabanzas,
creyendo todas las obras portentosas
de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
y confesando su encarnación y la potencia de su divinidad;
al ofrecerte el sacrificio de alabanza,
suplicamos de tu clemencia,
oh Dios, inmensa Trinidad e infinita majestad,
que esta oblación, depositada sobre tu santo altar,
sea agradable en tu presencia
y aceptable como expiación de nuestros pecados;
dígnate bendecirla enviando tu santo Espíritu septiforme,
de manera que tú, oh Dios, te manifiestes en ella;
para que, si alguien toma parte en ella,
con tu bendición le concedas remedio en esta vida
y pueda obtener después la vida eterna.

R/. Amén.

(PP, dom VIII cot.)

Sobre el primado del Papa de Roma:

catequesis de san Isidoro

«En lo que atañe a la igualdad de los Apóstoles, Pedro sobresale a los demás porque él mereció oír de labios del Señor Tú te llamarás Cefas, tu eres Pedro, etc. Y no de un cualquiera, del mismo Hijo de Dios y de la Virgen, recibió Pedro el primero de todos en la Iglesia de Cristo el honor del Pontificado. Al mismo le dijo también el Hijo de Dios después de resucitar: Apacienta mis corderos (Joan, XXI, 15), designando con el nombre de corderos a los prelados de la Iglesia. Y aunque la dignidad del poder pontifical se comunicó a todos los Obispos de las Iglesias católicas, de manera más especial, sin embargo, por singular privilegio al Pontífice Romano, como a cabeza, y que, por lo tanto, permanece para siempre más encumbrada sobre los otros miembros.

Quien, pues, no tributa al Romano Pontífice reverente obediencia, separado de la cabeza, se hace solidario del cisma de los Acéfalos. Esto afirma y sostiene la santa Iglesia como artículo de la fe católica, según vemos en el símbolo de la fe en la Santísima Trinidad, de San Atanasio: Y si cada quien no creyere esto fiel y firmemente, no podrá ser salvo. Estos breves puntos he señalado al desgaire a vuestra dulcísima caridad, teniendo presente la sentencia del filósofo: Poco basta al cuerdo».

Isidoro Hisp. al obispo Eugenio, Ep. VIII