La ofrenda de Cristo y la nuestra

Lo que Cristo hace en el Cenáculo es tan sencillo y, a la vez, tan maravilloso y sublime, que nuestro entendimiento no lo puede comprender. Cristo toma pan y vino, pronuncia la bendición de la mesa y distribuye uno y otro entre los comensales. Exteriormente, sus gestos no se diferencian gran cosa de los de cualquier cabeza de familia israelita. Pero en realidad, por la virtud de su omnipotente palabra, que ejecuta lo que ordena, lleva a cabo una acción distinta, oculta e invisible. Al pronunciar sobre los dones de su creación su palabra omnipotente, convierte el sencillo rito judío de la mesa en un sagrado misterio, el misterio pascual de la Nueva Alianza. Parte el pan y, con el cuchillo de su palabra, sacrifica su propio cuerpo como cordero pascual. Bendice el cáliz y exprime su sangre vivificadora, que mana y se vierte dentro del cáliz hasta llenarlo.

Hna. Theofora Schneider,
Introducción a “Nuestra Pascua”