San Isidro, madrileño de tradición mozárabe,
escuchó esta misma oración en la liturgia:
“Procurad, oh hermanos muy queridos,
abandonar la carga de los pensamientos profanos,
levantad vuestro espíritu
y tomad vuestro vuelo hacia las regiones superiores.
Seguid con los ojos del corazón a la humanidad que Cristo asumió,
escoltada a lo más alto del cielo:
el objeto asombroso que se propone a nuestra contemplación,
es Jesús, nuestro Señor.
Asocia la bajeza de la tierra a la nobleza del cielo.
Hace falta una vista penetrante
para considerar el lugar a donde debemos seguirle.