Fiesta de san Pelayo, mr.

Imagen del joven Pelayo en la basílica leonesa de san Isidoro

El muchacho confesó:
«Soy, fui y seré cristiano, por esta razón no temo morir».

«Firme en su postura, soportó muchos tormentos,
mientras la espada iba cercenando todos sus miembros,
y así su espíritu entró en los cielos,
ya que en medio del suplicio no dejó de confesar a Cristo.

Oh verdadero mártir en el cielo,
tú que fuiste testigo en la tierra,
sé valedor compasivo de nuestras plegarias.
Que por ti el pecador alcance la penitencia,
el ignorante la doctrina,
el enfermo el restablecimiento,
y el difunto el descanso eterno.

Cuanto te pedimos humildemente, oh Dios eterno,
concédenoslo propicio por este tu santo mártir,
escucha con clemencia nuestros ruegos
y acoge benigno estas ofrendas que te presentamos.

Por esto, todos los ángeles y arcángeles
no cesan de alabarte cada día, diciendo así: Santo…»

(De la Plegaria eucarística de la fiesta en el Rito hispano)