Al cumplir y observar el mandato de tu Unigénito,
te pedimos, Padre todopoderoso,
que infundas tu Espíritu santificador
sobre estos dones presentados sobre tu altar.
Que por la acción de este misterio celeste e invisible,
este pan sea la carne
y este cáliz la sangre de Cristo,
gracia para quienes los ofrecen
y remedio para cuantos los reciben.
R/. Amén.
(PP, dom VII cot.)
En nuestro antiguo Rito se nos recuerda que, al celebrar la Eucaristía, observamos el mandato del Maestro. El Espíritu realiza un misterio <celeste e invisible>.