¡El Salvador!

Nunca me cansaría de hablar de Él;
él es la luz, la verdad, más aún,
el camino, la verdad y la vida;
él es el pan y la fuente de agua viva,
que satisface nuestra hambre y nuestra sed;
él es nuestro pastor,
nuestro guía, nuestro ejemplo,
nuestro consuelo, nuestro hermano.

Él, como nosotros y más que nosotros,
fue pequeño, pobre, humillado,
sujeto al trabajo, oprimido, paciente.

Por nosotros habló,
obró milagros,
instituyó el nuevo reino
en el que los pobres son bienaventurados,
en el que la paz es el principio de la convivencia,
en el que los limpios de corazón
y los que lloran son ensalzados y consolados,
en el que los que tienen hambre de justicia
son saciados,
en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón,
en el que todos son hermanos.

¡Éste es Jesucristo!