Sobre el simbolismo del número SIETE

En nuestra tradición espiritual hispana es recurrente la referencia al número siete. Isidoro, el santo obispo hispalense, trata sobre el simbolismo eclesial del numero siete en su obra «Sobre los números» (Liber Numerorum)[1]. El siete expresa la unidad de la Iglesia[2] y, también, su universalidad[3].

Pero el significado de este número se alarga para describir, incluso, la misma persona del Espíritu Santo[4]. Asimismo, el santo obispo enseña que entre Cristo y la Iglesia hay una profunda vinculación realizada a través del Espíritu septiforme: es Cristo la Cabeza de la Iglesia y quien le concede el Espíritu[5], simbolizado por el candelabro de siete brazos. Cristo posee el Espíritu en plenitud; esto se simboliza en el poder de los siete cuernos y en los siete ojos del Cordero[6].

Siete es el número de los sellos que sigilan el Libro de la Vida. «Abrir el Libro» encierra -para el hispalense- la idea de «liberar al género humano»Ese libro contiene los designios de salvación para los hombres que son revelados por la muerte y la resurrección de Cristo en la misma línea que ya había expresado Victorino [7].

Con la Resurrección «Venció el León de la tribu de Judá» (Ap 5,5) y su victoria sobre el diablo, manifestada ya en el árbol de la cruz [8], se actualiza en la celebración de la Eucaristía.

El paraíso -plantado a Oriente- es para Isidoro el premio final para los que han permanecido fieles hasta la segunda venida gloriosa: «cuando venga el mismo Cristo glorioso desde el cielo… en el día séptimo que no tiene víspera» [9].

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