Cristo, Señor del tiempo y las edades…

Paisaje otoñal de C. Nelson

 

El término «equinoccio» proviene del término en latín «aequinoctium» y significa «noche igual». Se trata del momento del año en el que el día tiene la misma duración que la noche, al encontrarse el eje de la Tierra perpendicular a los rayos del Sol. Este instante ocurre dos veces al año: en marzo y septiembre. Según el calendario cristiano en torno a la Encarnación de Cristo y a la concepción/muerte de san Juan Bautista.

Ahora, en septiembre, el sol de mediodía comienza a estar cada vez más bajo y las noches empiezan a volverse cada vez más largas: el verano está llegando a su fin para el hemisferio norte del planeta. El equinoccio de otoño que puede caer, según los años, en cuatro fechas diferentes (del 21 al 24), llega hoy, 23 de septiembre a las 9:50 (hora peninsular española), marcando oficialmente el comienzo de una nueva estación. Un calendario hispano-mozárabe lo denomina “equinoxium autumnale”. Así, a partir de hoy, cada amanecer se producirá un minuto más tarde, y por la tarde el Sol desaparecerá un minuto antes.

Junto con los dos solsticios del planeta, los equinoccios marcan el cambio de estación. En efecto, a medida que avanzamos hacia diciembre, el hemisferio norte se inclinará cada vez más lejos del sol y recibirá sus rayos en un ángulo más pronunciado, lo que dará lugar a días más oscuros y fríos, lo propio del invierno. Finalmente, el sol alcanzará su punto más bajo en el cielo de mediodía, marcando el solsticio en diciembre (este año será el 22).

No deja de ser interesante que el equinoccio otoñal esté, desde antiguo, vinculado al Precursor. Las Iglesias orientales bizantinas celebran el 23 de septiembre su concepción y el calendario de la Iglesia Gotho-hispana y mozárabe celebra el 24 de septiembre su martirio. El comienzo y el fin del verano (equinoxium estibale, dice otro calendario hispano) evocan, ambos, al “Amigo del Esposo”.

El trascurrir de las estaciones nos habla del Eterno: a quien pertenecen los siglos, las edades y la eternidad. A Él la gloria por los siglos.