<Se reza al salir el sol para celebrar la resurrección de Cristo. A la luz radiante de la madrugada Nuestro Señor y Salvador resucitó de los infiernos, cuando comenzaba a nacer para los fieles la luz, que a la muerte de Cristo se había ocultado para los pecadores. También creemos que a esa hora llegará para todos la esperanza de la futura resurrección, cuando los justos y todos los difuntos se despertarán como resurgiendo del sopor del sueño, de esta muerte temporal>.
(S. Isidoro, Sobre los Oficios)
Al mostrar la hostia fraccionada el ministro está invitando al mundo al Reino.
El gesto mismo es ya una petición para que el Reino se haga presente.
En este “tercer milenio de la Redención, Dios está preparando una gran primavera cristiana, de la que ya se vislumbra su comienzo. En efecto, tanto en el mundo no cristiano como en el de antigua tradición cristiana, existe un progresivo acercamiento de los pueblos a los ideales y a los valores evangélicos, que la Iglesia se esfuerza en favorecer. Hoy se manifiesta una nueva convergencia de los pueblos hacia estos valores:
el rechazo de la violencia y de la guerra;
el respeto de la persona humana y de sus derechos;
el deseo de libertad, de justicia y de fraternidad;
la tendencia a superar los racismos y nacionalismos;
el afianzamiento de la dignidad y la valoración de la mujer.
La esperanza cristiana nos sostiene en nuestro compromiso a fondo para la nueva evangelización y para la misión universal, y nos lleva a pedir como Jesús nos ha enseñado:
«Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo » (Mt 6, 10)”.
(RM 86)
Recordemos que mañana, martes, nos reunimos para la Misa en Rito hispano (19 h.).
Un trabajo interesante:
Francisco María Fernández Jiménez, “Influencias y contactos entre la liturgia hispana y las liturgias orientales bizantina, alejandrina y antioquena,” en Inmaculada Pérez Martín – Pedro Bádenas de la Peña, Bizancio y la Península Ibérica: De la Antigüedad tardía a la edad moderna, Madrid 2004, 165–76
[El autor] “estudia las «Influencias y contactos entre la liturgia hispana y las liturgias orientales bizantina, alejandrina y antioquena».
Para explicar los orígenes de la liturgia hispano-mozárabe se remonta a las dos zonas por donde el cristianismo penetró en Hispania:
la Tarraconense, relacionada con Roma y Antioquía,
y la Bética, en relación con el norte de África.
Explica que es en el IV Concilio de Toledo (633),
presidido por San Isidoro de Sevilla,
cuando se regulariza la liturgia en la iglesia de España y para ello se mira a Bizancio.
La influencia bizantina se constata principalmente
en la solemnidad del Rito
en la introducción del Credo,
así como el canto del Trisagio,
en la liturgia de la Palabra,
el rezo de los dípticos y
el rito de la Comunión.
No obstante, señala que la liturgia hispano-mozárabe es,
fundamentalmente antioquenoromana,
si bien con influjos bizantinos en sus celebraciones rituales”
(Mercedes LÓPEZ SALVÁ)
En el campo de la piedad popular hay que vigilar constantemente los aspectos ambiguos de algunas de sus manifestaciones, preservándolas de desviaciones secularistas, consumismos desconsiderados o también de riesgos de superstición, para mantenerlas dentro de formas auténticas y juiciosas. Se ha de llevar a cabo una pedagogía apropiada, explicando cómo la piedad popular se ha de vivir siempre en armonía con la liturgia de la Iglesia y vinculada con los Sacramentos»
(Ecclesia in Europa, n. 79).
<Gothia> existe para difundir el Evangelio porque “el número de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta constantemente; más aún, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado. Para esta humanidad inmensa, tan amada por el Padre que por ella envió a su propio Hijo, es patente la urgencia de la misión…
Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad más preparada para la siembra evangélica. Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos”. (RM 3)
“La Liturgia de las Horas es una prolongación de la celebración eucarística”; esta es la enseñanza de la Iglesia recogida y difundida por el Catecismo (cf. n. 1178). En ella, los fieles –ministros, religiosos y laicos- “se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero” (Ib. n. 1196).
En cada celebración de la Eucaristía se hace presente el Misterio de Cristo. Esta presencia se acoge desde la mañana (Laudes) y se prolonga hasta la tarde (Vísperas) en el mismo transcurso del tiempo. En efecto, la Eucaristía penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante la celebración de la Liturgia de las Horas u Oficio divino.
Tal es su importancia que el Concilio Vaticano II determina:
«Los pastores de almas debe procurar que las Horas principales, sobre todo las Vísperas, los domingos y fiestas solemnes, se celebren en la iglesia comunitariamente. Se recomienda que también los laicos recen el Oficio divino, bien con los sacerdotes o reunidos entre sí, e incluso solos» (SC 100).