La aclamación <Amén> en la liturgia hispana

Dentro de las intervenciones de la asamblea “la respuesta que encontramos de modo incesante a lo largo de toda la celebración y que caracteriza a esta liturgia, es «Amén».

En las oraciones que recita o canta el sacerdote, el pueblo responde «Amén», al igual que a la conclusión doxológica que se añade después de cada oración.

También con un «Amén» se sella la conclusión de cada una de las lecturas de la liturgia de la palabra. «Amén» es la respuesta de la asamblea a las palabras sobre el pan, por un lado, y a las palabras sobre el vino, por otro.

«Amén» es el punto final de la plegaria eucarística.

A cada una de las peticiones del Padre nuestro que es recitado por el sacerdote, la asamblea se adhiere con un «Amén».

Finalmente, el buen deseo expresado en cada una de las tres invocaciones de la bendición, es acogido con un «Amén»” (Goñi, 19).

Esta respuesta, en la Comunión, se encuentra ya en la denominada Traditio Apostolica, en las Constituciones Apostólicas, en san Ambrosio, en las Catequesis de Jerusalén, en san Juan Crisóstomo, en Teodoro de Mopsuestia, etc. Particularmente interesante es el testimonio de Agustín (cf. MS II 956 n. 562) que tanta influencia tendrá en la liturgia de la España visigoda. El papa san León Magno, como algunos Padres anteriores, ve en la respuesta <Amen> una profesión de fe.