Al encender la luz de la tarde

Señor Jesucristo, Salvador nuestro,
dígnate encender tú mismo nuestras lámparas
para que brillen sin cesar en tu templo
y de ti, que eres la luz perenne,
reciban ellas la luz indeficiente
con la cual se ilumine nuestra oscuridad
y se alejen de nosotros las tinieblas del mundo.

Te ruego, Jesús mío,
que enciendas tan intensamente mi lámpara
con tu resplandor que,
a la luz de una claridad tan intensa,
pueda contemplar el santo de los santos
que está en el interior de aquel gran templo,
en el cual has penetrado tú,
Pontífice eterno de los bienes eternos;
que allí, Señor,
te contemple continuamente
y pueda así desearte,
amarte y quererte solamente a ti,
para que mi lámpara, en tu presencia,
esté siempre luminosa y ardiente.

(San Columbano)

Adviento:
recuerdo del “olivo de Israel”

Enseña el Concilio Vaticano II:

<La Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios.

Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud.

Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles [cf. Rom 11, 16-24].

Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo.

La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, «a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne» (Rom., 9,4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo> (NA 4).

Vigilia de la luz

 

En la tarde del jueves 12 de diciembre, a las 19,30 h.,
en la parroquia de santa María la Blanca de Canillejas:
lucernario de santa Lucía.

Metro: Torrearias / Canillejas
Bus: 28, 48, 77, 101, 105, etc.

María: nueva Eva

Dios eterno y todopoderoso,
luz de los fieles y guía de los hombres,
tú nos santificas por tu Palabra hecha carne
que nació de la Virgen María;
haz que descienda sobre nosotros 
la fuerza de tu Espíritu Santo
y nos cubra la misericordia del Altísimo.

R/. Amén.

Porque tú eres la vida de los que viven,
la salud de los enfermos,
y el descanso de todos los fieles difuntos
por todos los siglos de los siglos.

R/. Amén.

(Lit. Hisp-Moz. Adviento PN V)

San Nicolás: 6 de diciembre

Un par de días antes de La Inmaculada
la Iglesia celebra a san Nicolás.
El santo obispo de Myra (actual Turquía),
y santa Lucía, virgen de Siracusa,
han sido -durante siglos-
los heraldos populares de la Navidad.
En el <Fuero de Madrid> (1202) aparece
como una de las parroquias del lugar.
Su culto en la Villa se remonta al s. XII.

Sepulcro del santo en Bari (Apulia, Italia).

 

La Virgen Inmaculada

    María Inmaculada (Capilla del Instituto de san Isidro, Madrid)

Durante el tiempo de Adviento, la Liturgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María:

  • recuerda algunas mujeres de la Antigua Alianza, que eran figura y profecía de su misión;
  • exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia en los acontecimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador
  • la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fontal al nacimiento de Jesús nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la Liturgia del Adviento (cf. DPPL 101s).
***

La Vigilia de la Inmaculada de la Basílica de la Concepción será el día 7 de diciembre a las 21’30 h. Una celebración –con elementos de la liturgia hispano-mozárabe- que conviene difundir (c/ Goya 26 Madrid).

Siete pistas para la vivencia del Adviento

1.      Expectación y Preparación:
  • Expectantes porque el Señor volverá, en gloria y majestad en la Parusía.
  • Preparados porque vamos a hacer memoria de la Navidad, cuando vino en la humildad de la carne.

2.      Todo a su tiempo:

Desde el primer domingo de adviento y hasta el día 16 de diciembre, incluido, no se habla de Navidad, sino de Parusía (que esperamos).

A partir del 17 de diciembre y hasta el 24, incluido, no se habla de Parusía, sino de Navidad (que conmemoramos).

Sigue leyendo

Adviento: tiempo mariano

<Hoy no hay Misa en Rito Hispano en la Basílica
por estar celebrándose la Novena de la Inmaculada>.
La Vigilia será el 7 dic a las 21’30 h.
***

Las fiestas de la bienaventurada Virgen María,
unida con vinculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo,
destacan en calendario de Adviento.

En el último mes del año civil subrayamos dos jornadas:
el 8  y el 18 de diciembre
(La Inmaculada / Virgen de la esperanza).

Ambas nos ayudan a vivir la espiritualidad de este tiempo,
al que nos introducía la fiesta del 21 de noviembre
(Presentación de la Madre de Dios en el Templo).

La aclamación <Amén> en la liturgia hispana

Dentro de las intervenciones de la asamblea “la respuesta que encontramos de modo incesante a lo largo de toda la celebración y que caracteriza a esta liturgia, es «Amén».

En las oraciones que recita o canta el sacerdote, el pueblo responde «Amén», al igual que a la conclusión doxológica que se añade después de cada oración.

También con un «Amén» se sella la conclusión de cada una de las lecturas de la liturgia de la palabra. «Amén» es la respuesta de la asamblea a las palabras sobre el pan, por un lado, y a las palabras sobre el vino, por otro.

«Amén» es el punto final de la plegaria eucarística.

A cada una de las peticiones del Padre nuestro que es recitado por el sacerdote, la asamblea se adhiere con un «Amén».

Finalmente, el buen deseo expresado en cada una de las tres invocaciones de la bendición, es acogido con un «Amén»” (Goñi, 19).

Esta respuesta, en la Comunión, se encuentra ya en la denominada Traditio Apostolica, en las Constituciones Apostólicas, en san Ambrosio, en las Catequesis de Jerusalén, en san Juan Crisóstomo, en Teodoro de Mopsuestia, etc. Particularmente interesante es el testimonio de Agustín (cf. MS II 956 n. 562) que tanta influencia tendrá en la liturgia de la España visigoda. El papa san León Magno, como algunos Padres anteriores, ve en la respuesta <Amen> una profesión de fe.