La Palabra de Dios: escuela para la oración

¿Cómo puedo dejarme formar por el Espíritu Santo
y así llegar a ser capaz de entrar en la atmósfera de Dios,
de rezar con Dios?

¿Cuál es esta escuela en la que él me enseña a rezar,
donde dirigirme a Dios de modo justo?

La primera escuela para la oración
es la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura.
[en ella] el hombre aprende a aceptar conocer a Dios,
a hablar con Dios.
Existe además otro precioso «espacio»,
otra preciosa «fuente» para crecer en la oración,
una fuente de agua viva
en estrechísima relación con la precedente.
Me refiero a la liturgia,
que es un ámbito privilegiado
donde Dios habla a cada uno de nosotros,
aquí y ahora, y espera nuestra respuesta.

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Hoy, martes, nos encontramos en la liturgia hispana.
Podemos invitar a algún amigo para que participe.

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El próximo domingo es la Jornada «de la Palabra de Dios».
Propósito: Regalar una Biblia a una nueva familia que se casa o
a quien sepas que no tiene un ejemplar en casa.

 

Discípulos del Maestro:
dando razón de nuestra fe

Los cristianos no deben aguardar una invitación para llevar la Buena Noticia de Jesucristo
a quienes andan buscando respuestas a sus preguntas,
un alimento espiritual que les satisfaga, el agua viva.
Los cristianos, alimentados por la palabra y los sacramentos,
deben salir para llevar el Evangelio a todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo,
revelador del Padre y Salvador del mundo,
debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación con él.
La llamada del cristianismo se ha de manifestar, en primer lugar,
a través del testimonio de los miembros de la Iglesia,
de su confianza, su calma, su paciencia y su optimismo,
y de su amor concreto al prójimo.
Todo ello, fruto de una fe alimentada en la oración personal auténtica.

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Mañana, martes, nos reunimos a las 19 h.
en la Basílica de la Concepción de Ntra. Sra.
c/ Goya 26 Madrid
para la celebración de la Misa en Rito Hispano-Mozárabe.
¡Una ocasión para la oración comunitaria!

 

Corresponsables de la misión:
abriendo ventanas al mundo

Valdelateja, Burgos

Este domingo,
cuando participemos en la misa parroquial,
podemos revisar nuestro compromiso cristiano.

“Además de los catequistas,
hay que recordar las demás formas de servicio
a la vida de la Iglesia y a la misión, así como otros agentes:
animadores de la oración,
del canto y de la liturgia;
responsables de comunidades eclesiales de base
y de grupos bíblicos;
encargados de las obras caritativas;
administradores de los bienes de la Iglesia;
dirigentes de los diversos grupos
y asociaciones apostólicas;
profesores de religión en las escuelas.
Todos los fieles laicos deben dedicar a la Iglesia parte de su tiempo,
viviendo con coherencia la propia fe”.

(RM 74)

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Oramos por la unidad
pero ¿somos, también, instrumentos de unidad y de paz?

El “día del Señor”: “señor de los días”. 

«Ángel de la Resurrección» (Adi Holzer)

«La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón «día del Señor» o domingo.

En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los «hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 Pe, 1,3).

Por esto el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo….el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico» (SC 106).

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Tengamos presente en nuestras oraciones
a la Iglesia
en la unidad del Espíritu Santo

Mañana comienza el octavario o 
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 
(18 al 25 enero).
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Hoy, día de san Antonio de Egipto,
oramos también por por el pueblo judío,
el primero a quien Dios habló desde antiguo por los profetas.
Para que el Señor
acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza.
Dios todopoderoso y eterno,
que confiaste tus promesas a Abraham y su descendencia,
escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia,
para que el pueblo de la primera alianza
llegue a conseguir en plenitud la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

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El Crismón: las dos primeras letras del nombre de Cristo

El crismón es un anagrama formado por la superposición de las dos primeras letras del Nombre de Cristo en griego –Χριστος–, ji (X) y ro (P). Es, por lo tanto, símbolo de Jesucristo y emblema de su victoria –el triunfo sobre la muerte–, por lo que es frecuente encontrarlo en contextos funerarios.

 

Alguna vez aparece con un travesaño horizontal que asimila el Crismón a la Cruz. En ámbito hispano es muy común que presente las letras griegas alfa y omega (A y Ω). La presencia de la primera y la última letra del alfabeto enriquece la simbólica del señorío de Cristo:

“Él es el principio y el fin; suyo es el tiempo y la eternidad”.

La liturgia de la Iglesia, en sus oraciones y su expresión artística, se hace, así, eco de las palabras del último Libro de la revelación bíblica (Ap 1, 8; 21, 6; 22, 14).

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La liturgia:
servicio divino del pueblo y para el pueblo

¿Qué es la liturgia?
Si abrimos el Catecismo de la Iglesia católica
—subsidio siempre valioso e indispensable—
leemos que originariamente la palabra «liturgia»
significa
«servicio de parte de y en favor del pueblo» (n. 1069).
Si la teología cristiana
tomó este vocablo del mundo griego,
lo hizo obviamente pensando en el nuevo pueblo de Dios
nacido de Cristo que abrió sus brazos en la Cruz
para unir a los hombres en la paz del único Dios.
«Servicio en favor del pueblo»,
un pueblo que no existe por sí mismo,
sino que se formó gracias al Misterio pascual de Jesucristo.
De hecho,
el pueblo de Dios no existe por vínculos
de sangre, de territorio, de nación,
sino que nace siempre de la obra del Hijo de Dios
y de la comunión con el Padre que él nos obtiene.

 

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Hoy, martes, nos encontramos para la Misa en Rito Hispano.

 

Ha venido el Salvador

 

Mañana, martes, nos volveremos a reunir en la Basílica de la Concepción para la liturgia hispana;
en ella, en la comunión de la Iglesia, celebramos sacramentalmente la salvación.

“La salvación depende de la participación en la pasión, muerte y resurrección de Cristo,
y de una relación personal directa con Dios, más que de una técnica cualquiera.
La condición humana, afectada como está por el pecado original y por el pecado personal,
sólo puede ser rectificada por la acción de Dios:
el pecado es una ofensa contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos consigo.
En el plan salvífico divino, los seres humanos han sido salvados por Jesucristo,
quien, como Dios y hombre, es el único mediador de la redención.
En el cristianismo, la salvación no es una experiencia del yo,
una inmersión meditativa e intuitiva dentro de uno mismo,
sino mucho más:
el perdón del pecado,
el ser levantado desde las profundas ambivalencias del propio ser,
el apaciguamiento de la naturaleza
mediante el don de la comunión con un Dios amoroso.
El camino hacia la salvación no se halla
sencillamente en una transformación autoprovocada de la conciencia,
sino en la liberación del pecado y de sus consecuencias,
que conduce a luchar contra el pecado que hay
en nosotros mismos y en la sociedad que nos rodea.
Esto nos conduce necesariamente hacia una solidaridad amorosa
con nuestros hermanos necesitados”.

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Antiguamente se llamaba a este día:
«Octavas Epiphaniae».

Domingo del Bautismo del Señor:
Epifanía

Una lectura del icono:

 

 

Esta bella oración (Alia) de la misa de la Epifanía en el Rito Hispano
nos sirve para contemplar el misterio de la unción de Jesús
al concluir los días de su manifestación en la realidad
de nuestra propia carne.

<Ahora celebramos el día de la Epifanía,
que manifiesta la Divinidad en un Hombre,
proclamando los muchos signos
de nuestro Señor Jesucristo,
que revelan su venida a este mundo:
ya sea por haber enviado desde el cielo
una estrella mensajera de su nacimiento,
que fue delante de los Magos estupefactos
hasta la cuna de su infancia carnal;

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