Domingo V de Pascua

Fuente bautismal, Santa María en Portchester (Hants)

 

La Resurrección de Cristo…
Toda nuestra fe se basa en la transmisión constante y fiel de esta «buena nueva»  que requiere la labor de testigos entusiastas y valientes.
Todo discípulo de Cristo, también cada uno de nosotros, está llamado a ser testigo.
Este es el mandato preciso, comprometedor y apasionante del Señor resucitado.
La «noticia» de la vida nueva en Cristo debe resplandecer en la vida del cristiano, debe estar viva y activa en quien la comunica, y ha de ser realmente capaz de cambiar el corazón, toda la existencia.
Esta noticia está viva, ante todo, porque Cristo mismo es su alma viva y vivificante.
No en vano él nos dice hoy: Yo soy el camino y la verdad y la vida (cf. Juan 14, 1-12)

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En este día de san Juan de Ávila recordamos en la oración a nuestros presbíteros.

Nuestros ministros
están reforzando los equipos de capellanes de los hospitales,
están celebrando las exequias de nuestros difuntos,
están visitando a los enfermos más graves
para llevarles el auxilio de la Confesión, de la Unción y de la Comunión,
y están ofreciendo, con creatividad,
propuestas de oración y formación
a través de las redes sociales y medios de comunicación.

Los que siguen hospitalizados
nos están regalando el testimonio admirable
de vivir la postración de la enfermedad
como ofrenda por el bien espiritual de sus fieles.

Son, todos ellos, ministros de Cristo Sacerdote,
de la Eucaristía
de la Iglesia y de la humanidad.