Milán y Oriente

Las liturgias orientales emanaron de los grandes centros eclesiales como Alejandría en Egipto, Antioquía en Siria y de la capital imperial, Constantinopla. No ocurrió de manera paralela en Occidente. En principio, solo dos grandes sedes irradiaron su liturgia: Roma y Milán. Ambas formarán dos familias: la romana y la que se ha denominado gálica (ambrosiana o milanesa, hispana o mozárabe, galicana y célticas).

De esta última han sobrevivido, minoritariamente, el Rito de Milán y el de España. Parece que la liturgia ambrosiana influye “en la formación del Rito hispánico y del galicano. Esta teoría explica muchos de los usos orientales, particularmente los de Antioquía, que aparecen en los Ritos gálicos y los distinguen como un grupo de los romanos” (R. H. Hoppin).

Milán, en el Norte de Italia, era residencia de los emperadores romanos durante el s. IV, ciudad donde se encontraban costumbres de Oriente y de Occidente. El mismo obispo predecesor de san Ambrosio fue Aujencio (355-374), natural de Capadocia (Asia Menor). No puede, entonces, causar extrañeza la mezcla de elementos orientales y latinos. El mismo Ambrosio de Milán (+ 397), según su discípulo san Agustín, introdujo la costumbre de cantar himnos y salmos “a la manera de la Iglesia Oriental”. Este modo era antifonal: dos coros cantando alternativamente los versículos. Esta forma se extendería por todo Occidente.

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