Esther, figura de María

 

Cuando peregrinamos a Tierra Santa evocamos las figuras de las santas mujeres cuyas alabanzas canta la Escritura.
Allí, no pocas veces, uno se maravilla de la poca formación de algunos jóvenes.
En torno a la imagen de la Dormición de María (Basílica Santa Sión) se encuentran los mosaicos de algunas mujeres: Eva, Myrian, Esther, Yael, etc.
No todos saben identificarlas y, menos aún, decir algo sobre ellas.
En estos días de agosto, antes de la solemnidad de la Asunción podemos recordarlas.
He vuelto al libro de «Historia Sagrada» que leíamos en la catequesis.
De allí copio esta historia para que Ester y Mardoqueo sean, otra vez, parte de nuestra propia historia:

«No todos los hebreos volvieron a Jerusalén, sino que algunos se quedaron viviendo con los persas. Entre ellos estaba una joven llamada Ester, que se quedó con su tío Mardoqueo.

El rey de los persas se llamaba Asuero. Un día fue Ester a la corte y Asuero, al verla, se enamoró de ella y se casaron. Ester no dijo que era judía. Pero resulta que Amán, favorito del rey, como era muy orgulloso, mandó que todo el mundo se arrodillara ante él y Mardoqueo se negó a hacerlo.

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