«Peregrina hacia la Santa Jerusalén del cielo,
para gozar de la inseparable comunión con Cristo,
su Esposo y Salvador,
la Iglesia recorre los caminos de la historia
encomendándose a Aquella que creyó en la palabra del Señor.
Sabemos por el Evangelio
que los discípulos de Jesús aprendieron, desde el principio,
a alabar a la «bendita entre las mujeres»
y a contar con su intercesión maternal.
Son innumerables los títulos e invocaciones
que la piedad cristiana, a lo largo de los siglos,
ha dedicado a la Virgen María,
camino privilegiado y seguro para el encuentro con Cristo.
También en el tiempo presente,
atravesado por motivos de incertidumbre y desconcierto,
el recurso devoto a Ella, lleno de afecto y confianza,
es particularmente sentido por el pueblo de Dios.