Seguimos en la «octava» de la Virgen de agosto…

 

El Redentor asumió nuestra carne;
la carne de su Madre.
A su Padre oramos pidiendo
el Espíritu:
“Dios todopoderoso y eterno,
por nuestra redención enviaste a tu Hijo,
que es la Palabra eterna,
y fue engendrado en el seno virginal de María,
para que, revestido de nuestra carne,
nos librase de la carga de nuestros pecados.
Ten piedad de nosotros,
de modo que, podamos decir desde la tierra,
la oración que él mismo se dignó enseñarnos:
Padrenuestro…”

(AOD del Sáb Oct Pasc. lit Hisp-Moz)

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