Por lo que respecta a la expresión “¡Señor, ten piedad de mí!”, en la Filocalia hay una maravillosa explicación, en un capítulo titulado “Explicación del ‘¡Señor, ten piedad!’ (Kyrie Eleison)”.
Entre otros aspectos, el autor dice: «La misericordia de Dios no es otra cosa que la Gracia del Espíritu Santo, que nosotros, los pecadores, debemos pedirle a Dios, clamando sin cesar: “¡Señor, ten piedad de mí!”, que significa:
“Apiádate de mí, que soy un pecador, Señor, y mira el estado en el que me encuentro.
Llévame de vuelta a Tu Gracia.
Concédeme el espíritu de la fuerza, para confortarme y poder enfrentar las tentaciones del demonio y los malos hábitos de todo pecador.
Concédeme el espíritu de la contrición, para poder transformarme, para alcanzar el conocimiento de mí mismo y poder redimirme.
Concédeme el espíritu del temor y del sobrecogimiento, para poder temerte a Ti y saber respetar Tus mandamientos.