San Andrés, apóstol

«Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo completó El y lo promulgó con su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de la ordenación de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los Apóstoles, que en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por aquellos Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu, escribieron el mensaje de la salvación.

Mas para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, «entregándoles su propio cargo del magisterio». Por consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2)».

-Concilio Vaticano II, Dei Verbum 7-

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La fiesta del Apóstol Protocletos o primer llamado
aparece
en el Calendario mozárabe de Córdoba
y en el Antifonario de León.

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Adventus…

 

Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico.

El tiempo de Adviento tiene una doble índole:
es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad,
en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres.

Pero, Adviento es, también, el tiempo
en el que se dirigen las mentes
hacia la expectación de la segunda venida de Cristo
al fin de los tiempos;
lo confesamos en el Credo de la misa:
“de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin”.
En el Rito romano, este es el objeto del primer domingo.

Por estas dos razones el
Adviento se nos manifiesta
como tiempo de una expectación piadosa y alegre.

Luego, las ferias del 17 al 24 de diciembre
tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad.
Una fiesta de neto cuño español es
Santa María (18 dic.);
popularmente, se celebra bajo la advocación
de Nuestra Señora de la Esperanza,
La Virgen de la O, etc.

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Siete pistas para vivir
la espiritualidad propia del Adviento

 
1. Expectación y Preparación:
a. Expectantes porque el Señor volverá, en gloria y majestad en la Parusía.
b. Preparados porque vamos a hacer memoria de la Navidad, cuando vino en la humildad de la carne.

 

2. Todo a su tiempo:
Desde el primer domingo de adviento y hasta el día 16 de diciembre, incluido, no se habla de Navidad, sino de Parusía (que esperamos).
A partir del 17 de diciembre y hasta el 24, incluido, no se habla de Parusía, sino de Navidad (que conmemoramos).

Dies irae (IV)

Lucernario en Nazaret (Israel) para recibir el domingo

Por la tarde, cuando oramos al encender las luces, se proponen estas estrofas del canto «Dies irae»:

«Tú, que absolviste a la pecadora y escuchaste al ladrón, también a mí me diste esperanza.
Mis ruegos de nada valen, pero tú que eres bueno haz misericordioso que no me queme en el fuego eterno.
Dame un lugar entre las ovejas y separándome de los cabritos colócame a tu diestra.
Rechazados ya los condenados, y entregados a las duras llamas, llámame con los bienaventurados.
Suplicante y humilde te ruego, con el corazón casi hecho ceniza: toma a tu cuidado mi destino.
Día de lágrimas será aquel en que resurja del polvo
el hombre culpable para ser juzgado. ¡Perdónale pues, oh Dios!»

 

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El códice Vigilano o Albeldense

Querubines -en el códice mozárabe vigilano (fol. 17v)- y árbol de la vida (cf. Gen 3,24).

Con el nombre Codex Conciliorum Albeldensis seu Vigilanus se conserva este manuscrito de 429 folios de pergamino escritos en letra visigoda a dos columnas. Tiene 82 miniaturas, de gran calidad, algunas a página entera. Fue terminado en 976, después de dos años de trabajo, en el Monasterio de San Martín de Albelda (Rioja), bajo el reinado del rey Sancho II de Navarra. Sus autores, Vigila (scriba), Sarracino (socius) y García (discipulus), aparecen dibujados en el folio 428.

El códice Vigilano contiene una colección completa de los concilios españoles y cánones de concilios generales, además de una selección de cánones y decretales de pontífices romanos hasta San Gregorio Magno, así como el Liber Iudiciorum o Lex Visigothorum, código civil promulgado por Recesvinto en el año 654 («Fuero Juzgo»). Además, incluye otros textos históricos o litúrgicos (Cronicón Albeldense, la Crónica Profética o la Vida de Mahoma).

Además de las magníficas miniaturas “mozárabes”, en este códice se encuentra el registro más antiguo que se conserva en el mundo donde aparecen las nueve cifras hindú-arábigas (no se halla el cero),

Gracias a Felipe II se conserva en la Biblioteca del Monasterio del Escorial, (cód. nº 976).

 

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Dies irae (III)

Misa en Rito hispano en la parroquia de santa Eulalia (Toledo, 2017)

Según parece este canto del franciscano Celano toma forma en el s. XIII.
Hoy se reza en el Oficio de Lectura, en Laudes y en Vísperas.
«La frase «dies ire, dies illa» se encuentra ya en un poema, también en dímetros rítmicos de mucho más tosca factura, del siglo IX, del que existe más de una versión. En textos de la liturgia de difuntos, tanto de la Misa, como del Oficio y de otros ritos, aparecen, desde varios siglos antes de Tomás de Celano, los diversos motivos tan bellamente desarrollados en este poema».
Los versos que se asignan a la oración de la mañana son estos:

 

«¿Qué podré yo, desdichado, decir entonces? ¿A qué protector invocaré, cuando apenas los justos están seguros?
Rey de tremenda majestad, que salvas gratis a quienes van a ser salvados, sálvame, fuente de piedad.
Recuerda, piadoso Jesús, que soy la causa de tu camino, no me pierdas aquel día.
Buscándome, te sentaste cansado; me redimiste padeciendo muerte de cruz; no sea vano tanto esfuerzo.
Juez que castigas justamente, hazme el regalo del perdón antes del día del juicio.
Gimo como un reo, se enrojece mi rostro por el pecado, perdona, Dios, a quien te implora».

 

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Oramos por la concordia entre las familias
y la paz en todos los hogares.

 

Dies irae (II)

 

«En su versión original es un poema monorítmico que comprende diecisiete estrofas monorrimas de tres versos de ocho sílabas cada una. El ritmo es trocaico, con los acentos principales en las penúltimas sílabas de cada dímetro entre las que casi siempre hay separación de palabras, con la sola excepción de los segundos versos de las estrofas undecima y decimasexta».

 

Las estrofas de este canto medieval que se proponen para el Oficio de lecturas, a cualquier hora del día, son:

 

«Aquel día, día de ira, reducirá este mundo a cenizas, como profetizaron David y la Sibila.
¡Cuánto terror sobrevendrá cuando venga el Juez a pormenorizar todas las cosas con estricto rigor!
La trompeta, esparciendo un maravilloso sonido por todos los sepulcros del mundo, reunirá a todos ante el trono.
La muerte y la naturaleza quedarán estupefactas cuando resuciten las criaturas para responder a su Juez.
Saldrá a la luz el libro escrito que todo lo contiene, por el que el mundo será juzgado. Cuando al Juez le parezca oportuno, todo lo oculto saldrá a la luz; nada quedará impune».

Dies irae 

Fragmentos de un Credo visigótico donde aparece el artículo: «Vendrá a juzgar a vivos y muertos»

La melodía gregoriana del Dies irae “suena en los títulos de crédito iniciales de El resplandor (1980). Si tienes buen oído, también habrás identificado sus notas musicales en los instantes previos a la muerte de Mufasa en El Rey León (1994). Aparece, de forma directa o indirecta, en otros clásicos del cine como El Señor de los anillos (2001), Qué bello es vivir (1946) y en varias de las entregas de La guerra de las galaxias”. 

 

La inspiración para este himno parece venir de la Vulgata latina en su traducción de Sofonías 1, 15–16. Es interesante -en la primera estrofa- la mención de la Sibila juntamente con el rey David. Como la Kalenda de Navidad , este precioso texto que parte de la fe en la revelación de Dios en los libros bíblicos admite que hay, también, una “revelación” en la naturaleza y en la historia. Probablemente, aquí se cita a la sibila o vaticinadora de Cumas / Nápoles (cf. Égloga IV de Virgilio). Ambos,  y se podría pensar que todas las tradiciones y estudios de los pueblos, anuncian el final de la realidad que contemplamos. 

El himno “Aquel día”, día de ira de confusión para los malvados y de bendición para los honrados, se compuso en el siglo XIII (Tomás de Celano). Un siglo más tarde se incorporó a la Misa de Requiem (en sufragio por los difuntos) para ser cantado antes del Evangelio (Secuencia). Tras la renovación litúrgica fruto del Concilio Vaticano II, fue suprimido su uso en el Misal Romano de 1970 editado por san Pablo VI, pero se propuso como himno para las Horas del Oficio Divino. Allí se encuentra y, por ese motivo, lo presentamos como oración de estos días, la última semana del año litúrgico en el Rito romano. 

En esta semana XXXIV –concluyendo el año- recordamos las palabras del Credo: “Volverá glorioso para juzgar a vivos y muertos”. Cada día, en el Misa en Rito hispano, las palabras eucarísticas del memorial dicen: Hasta que vuelva glorioso desde los cielos. Nuestra venerable liturgia hispánica ilustró el “hasta que vuelva” de san Pablo añadiéndole la locución in claritate de caelis (“glorioso desde los cielos”). 

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