Con los monjes de Cluny se populariza en la Europa cristiana la memoria por todos los difuntos a comienzos de noviembre. Sin embargo, en la España visigótica la memoria de los difuntos estaba vinculada tras el final de la Cincuentena Pascual:
“Al día siguiente de Pentecostés ha de ofrecerse una misa al Señor por las almas de los difuntos, a fin de que, más purificados y participantes de la vida bienaventurada, reciban sus propios cuerpos en el día de la resurrección”.
Regla de san Isidoro, XXV.
Cf. Ezequiel 37,4ss «Los huesos secos»