Dies irae (IV)

Lucernario en Nazaret (Israel) para recibir el domingo

Por la tarde, cuando oramos al encender las luces, se proponen estas estrofas del canto «Dies irae»:

«Tú, que absolviste a la pecadora y escuchaste al ladrón, también a mí me diste esperanza.
Mis ruegos de nada valen, pero tú que eres bueno haz misericordioso que no me queme en el fuego eterno.
Dame un lugar entre las ovejas y separándome de los cabritos colócame a tu diestra.
Rechazados ya los condenados, y entregados a las duras llamas, llámame con los bienaventurados.
Suplicante y humilde te ruego, con el corazón casi hecho ceniza: toma a tu cuidado mi destino.
Día de lágrimas será aquel en que resurja del polvo
el hombre culpable para ser juzgado. ¡Perdónale pues, oh Dios!»

 

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