Viene Cristo Rey:
el Reino de Dios y la Iglesia

“Cristo no sólo ha anunciado el Reino, sino que en él el Reino mismo se ha hecho presente y ha llegado a su cumplimiento: Sobre todo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino «a servir y a dar su vida para la redención de muchos» (Mc 10, 45).

El Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible.

Si se separa el Reino de la persona de Jesús, no existe ya el reino de Dios revelado por él, y se termina por distorsionar tanto el significado del Reino —que corre el riesgo de transformarse en un objetivo puramente humano o ideológico— como la identidad de Cristo, que no aparece ya como el Señor, al cual debe someterse todo (cf. 1 Cor  15,27).

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Presentación de María en el Templo:
la oblación de la Virgen

 

El icono describe a la Virgen con tres años -iniciando su «oblación»- recibida por el sacerdote del Templo de Jerusalén.
Entre María y su padres, Joaquín y Ana, aparecen otras seis vírgenes prudentes con lámparas encendidas.
En el ángulo superior derecho, la Madre de Dios recibiendo su alimento celestial:
la escucha de la palabra le hará fuerte para encarnarla en su vientre (cf. Mt 7,21ss Lc 8,20).

 

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Mañana, sábado:
la oblación de la Madre de Dios

Los textos de esta celebración cuentan cómo María fue llevada como niña pequeña al templo por sus padres Joaquín y Ana, a fin de continuar allí su educación con las vírgenes consagradas al servicio del Señor hasta que fueran desposadas en matrimonio. Según la tradición de la Iglesia, la Virgen fue recibida solemnemente en el templo por la comunidad del templo, encabezada por el sacerdote Zacarías, el padre de San Juan Bautista. La tradición agrega que fue conducida al santuario para ser “alimentada” allí por los ángeles, por ser la “santa y bendita entre todas” por Dios. Esta entrada en el templo sería su preparación espiritual para ser el santuario y templo vivo del Divino Niño que habría de nacer de ella.

Influencias bizantinas

“En la España visigoda y en la Corte sobre todo, era de buen tono y estuvo de moda todo lo bizantino. Los Reyes godos se daban los pomposos títulos de Emperadores y Augustos; nuestro mismo arte antiguo está saturado de bizantinismo, y aunque las relaciones entre el Oriente y el Occidente no eran fáciles, no por eso dejaban de ser estrechas y frecuentes.

Juan Biclarense, primero Abad en el Pirineo y finalmente Obispo de Gerona, pasa largos años peregrinando en el Oriente, y lo mismo hace Martín de Dumio, aquel preclaro varón, originario de Panonia, como su homónimo Martín turonense, apóstol y taumaturgo de la Galia. Martín, Abad de Dumio en Galicia, será después Obispo de Braga y alma de sus dos primeros Concilios.

Su reputación rebasaba las fronteras de España y de Galicia, llegando su prestigio hasta el punto de afirmar Gregorio turonense que Martín es para Galicia lo que los Apóstoles fueron, para las distintas Iglesias que fundaron. Es como, Martin de Tours par Apostolis. Y no era menor la admiración por el metropolitano bracarense en el pequeño cenáculo de Poitiers, formado por Santa Radegundis, la abadesa Inés y Venancio Fortunato, quien le celebró en prosa y en verso.

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Presentación de María en el Templo

Presentación, Juan de Sevilla, 1695c.

 

Hoy comienza el triduo de preparación para la fiesta de la Presentación de María en el Templo de Jerusalén.
En ambiente popular es la fiesta conocida como «La Virgen Niña».
La recuperación del Rito Hispano en Madrid comenzó con la celebración de esta fiesta -a comienzos de la década de los noventa del siglo XX- en la Ermita de san Isidro, por concesión del Arzobispo primado de Toledo.

 

MMM:
Martes Misa Mozárabe

Los dos de Emaús (Monteiro da Silva)

En este día de san Acisclo,
heraldo del tiempo de Adviento en el Rito Hispano,
nada mejor que proponer la lectura de la Palabra de Dios.
Además de difundir la celebración en nuestra venerable liturgia,
cada martes,
se nos anima a leer al Apóstol de las gentes.

 

Pablo, difusor de la Palabra de Dios,
es el autor de varias cartas que forman el texto del Nuevo Testamento.
Otras epístolas son de su escuela;
marcadas por su propia vivencia de Dios
y su experiencia de Cristo.
Pablo, antes Saulo, puso toda su vida
al servicio del Espíritu.

 

En noviembre oramos por los difuntos 


Celebración hispana presidida por el card. Amigo en la catedral magistral de Alcalá (2017): bendición con el Evangeliario

Imploramos, Cristo Señor, tu clemencia misericordiosa, para que los nombres que recitamos ante tu altar estén inscritos en el libro de la vida, y el sacrificio de tu cena sea descanso para los difuntos y salvación para los vivos. R. Amén. 

Porque tú eres la vida de los que viven, la salud de los enfermos, y el descanso de todos los fieles difuntos por todos los siglos de los siglos. R. Amén. 

(cf. PS del JS lit Hisp-Moz) 

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Jornada Mundial de los pobres y
Adviento hispano

En este domingo XXXIII del tiempo durante el año se celebra la Jornada Mundial de los pobres. Además de pedir por el fin de la pandemia en todo el mundo, incorporamos a nuestra oración a las víctimas de los accidentes de tráfico, vivos y difuntos.

***

El Adviento Hispano-Mozárabe 

Nada «disminuye el tono festivo de sus textos, ordenados a suscitar la alegre esperanza de la Venida del Señor.»

 

«El tiempo de Adviento consta de seis semanas: el primer domingo es el que cae entre el 13 y 19 de noviembre, el más próximo a la festividad de San Acisclo. Sus textos de tono festivo, están encaminados a suscitar la alegre esperanza de la Venida del Señor»

(Normas sobre el Año Litúrgico
y sobre el Calendario en el Rito Hispano-Mozárabe, n. 9).

 

Para la Liturgia Hispano-Mozárabe celebrar el Adviento es celebrar un único misterio que se concreta en tres momentos:

–         la Venida del verbo de Dios en carne, naciendo de la Virgen María;

–         la Venida del Señor en las celebraciones litúrgicas…;

–         la Venida de Cristo al final de los tiempos para juzgar al mundo.

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Sabatina

Imagen de la Virgen en la fachada de la iglesia de S. Pascual (Madrid)

Dios todopoderoso y eterno,
por nuestra redención enviaste a tu Hijo,
que es la Palabra eterna,
y fue engendrado en el seno virginal de María,
para que, revestido de nuestra carne,
nos librase de la carga de nuestros pecados.
Ten piedad de nosotros,
de modo que, podamos decir desde la tierra,
la oración que él mismo se dignó enseñarnos:

Padrenuestro…

(AOD del Sáb Oct Pasc. lit Hisp-Moz)

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El “Fragmento arriano”: 

inicio de una Plegaria eucarística 
o primitiva anáfora hispana 

Velatio del pan y del vino antes de la Plegaria Eucarística (Alcalá de Henares, 2020)

Conocemos muy poco de la liturgia de los visigodos arrianos que llegaron a España.

Sin embargo, algún descubrimiento nos puede arrojar luz sobre su expresión celebrativa: “se trata de un fragmento anónimo arriano, editado por primera vez por el cardenal Mai y sobre el que llamó la atención G. Mercati. El autor anónimo del fragmento no comprende cómo los «católicos» afirman por su fe una identidad entre el Padre y el Hijo, a la vez que en su liturgia anteponen éste a aquél. Para demostrarlo aduce varios testimonios: uno de la liturgia del bautismo, otro de la confirmación y dos comienzos de plegaria eucarística… fragmentos de canon eucarístico…

Nos encontraríamos ante un comienzo de anáfora occidental cuya conmemoración tiene un neto carácter cristológico y sin Sanctus” (Sánchez Caro)

La segunda de las plegarias eucarísticas –el fragmento conservado- suena en nuestra lengua como sigue:

«Realmente es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias por encima de todas las cosas,
Dios todopoderoso y eterno,
pues por la incomparable nobleza de tu bondad
te dignaste hacer resplandecer la luz en las tinieblas
al enviarnos a Jesucristoliberador de nuestras almas.
El cual, humillándose a causa de nuestra salvación,
se sometió a la muerte
para devolvernos la inmortalidad que Adán había perdido
y hacernos hijos y herederos suyos.
No pudiendo con alabanzas darte gracias suficientes
por esta misericordia,
pedimos que con tu grande y condescendiente clemencia
aceptes este sacrificio
que te ofrecemos en pie ante la presencia de tu divina piedad.
Por Jesucristo, Señor y Dios nuestro,
por quien pedimos y rogamos…»

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