Sucedió en 2020…

 

“Entre el 14 de marzo y el 2 de mayo de 2020 España se paralizó para contener el avance letal del COVID-19. Todos los ciudadanos, adultos, ancianos y niños, fueron confinados en sus hogares. Las escuelas cerraron, los trabajos se volvieron virtuales —o inexistentes— y cualquier interacción fuera del núcleo de convivencia presentaba una amenaza muy real. Toda España se paralizó excepto los llamados trabajadores esenciales, hombres y mujeres que debían salir a las calles a pesar del virus para que nuestras vidas pudieran seguir. Para que el agua saliera del grifo, las medicinas llegaran a los enfermos, la basura no se acumulara, la seguridad se mantuviera, las casas tuvieran energía, y para que los que sufrían los efectos económicos del estado de alarma tuvieran algo que comer todos los días. Salían, en resumen, para que los demás pudiéramos quedarnos en casa.

Esta situación reveló dos evidencias. La primera es que la ciudad no funciona gracias a un sistema automático, sino que lo hace gracias al sí de personas concretas cuyo trabajo es esencial siempre, con o sin la amenaza de una pandemia. La segunda es que estas personas no cuentan, en nuestra sociedad, con un reconocimiento a la altura de la importancia de su labor; no sólo faltan portadas de revistas semanales con el rostro de repartidores de butano o cajeros de supermercado: es que yo no conozco la cara ni el nombre de la persona que recoge mi propia basura desde hace años».
Lupe de la Vallina

Acabando el año debemos dar las gracias a Dios por cada uno de ellos.

Hoy elevamos una oración porque gracias a estas personas, y a tantas otras, mi vida sigue adelante.

No olvidamos en nuestra plegaria a los que están solos, a los enfermos y a sus familias.

Sigue leyendo