Ante la Epifanía del Señor

 

“El día de la Epifanía lo declararon fiesta solemne los Apóstoles, porque en él fue dado a conocer públicamente el Salvador por medio de una estrella, cuando encontraron los magos a Cristo recostado en el pesebre, adorándole y ofreciéndole regalos, propios de la Trinidad: oro, incienso y mirra, como rey, como Dios, como hombre mortal. Consagraron este día con celebración anual, para que reconozca el mundo al Señor a quien dieron a conocer los elementos desde el cielo.

Así mismo, en ese mismo día Jesús fue ungido con el bautismo del Jordán y, rasgados los cielos, descendió el Espíritu Santo, declarando que Jesús era el Hijo de Dios. A este día se le llama Epifanía, porque en él Cristo se manifestó a los gentiles. Epifanía es palabra griega que en latín se traduce por aparición o manifestación. Por tres razones recibió ese día este nombre:

porque en su bautismo Cristo fue presentado a los pueblos,
también porque en ese día fue anunciado a los magos por el nacimiento de una estrella,
asimismo, porque fue manifestado a muchos por su primer milagro:
el agua convertida en vino.
 

Refiere Casiano que, entre los egipcios, la solemnidad de la Natividad y de la Epifanía no se celebran en fechas distintas, como ocurre en Occidente, sino en una única festividad. Y en ella se envían cartas del patriarca de Alejandría a todas las iglesias y monasterios de Egipto, en las que se les da a conocer el comienzo de la Cuaresma y la fecha de la Pascua.”

(San Isidoro de Sevilla, DEO XXVII)

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Fíbula visigótica de oro, Medellín (Badajoz)