Dice la Santa Sede “hay que prestar el debido reconocimiento
a los grupos cristianos que promueven
el cuidado de la tierra como creación de Dios.
El respeto a la creación también debe abordarse
creativamente en las escuelas católicas.
El cuidado del medio ambiente, en general,
es una señal oportuna de una renovada preocupación
por lo que Dios nos ha dado,
quizá incluso una señal del necesario cuidado cristiano de la creación.
La «ecología profunda», sin embargo,
se basa con frecuencia en principios panteístas
y, en ocasiones, gnósticos”.
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Alleluia.
Exsultábit iustus in glória,
et gaudébit in lætítia sempitérna.
Alleluia.
(Sal 149,5)
Celebración en Rito hispano (capellanía mozárabe de Alcalá, Madrid)
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El sacrificio celestial instituido por Cristo es verdaderamente el don de su nueva alianza que nos dejó en herencia, como prenda de su presencia entre nosotros, la misma noche en que iba a ser entregado para ser crucificado. Éste es el viático de nuestro camino, con el cual nos alimentamos y nutrimos durante el peregrinar de nuestra vida presente, hasta que salgamos de este mundo y lleguemos al Señor; por esto decía el mismo Señor: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros.
Quiso, en efecto, que sus beneficios permanecieran en nosotros, quiso que las almas redimidas con su sangre preciosa fueran continuamente santificadas por el sacramento de su pasión; por esto mandó a sus fieles discípulos, a los que instituyó también como primeros sacerdotes de su Iglesia, que celebraran incesantemente estos misterios de vida eterna, que todos los sacerdotes deben continuar celebrando en las Iglesias de todo el mundo, hasta que Cristo vuelva desde el cielo, de modo que, tanto los mismos sacerdotes como los fieles todos, teniendo cada día ante nuestros ojos y en nuestras manos el memorial de la Pasión de Cristo, recibiéndolo en nuestros labios y en nuestro pecho, conservemos el recuerdo indeleble de nuestra redención.
(San Gaudencio de Brescia, Tract. 2, s. IV)
<Desde el año 415 hasta el año 711 el legado cultural romano cristiano continuó en la península ibérica de mano de los visigodos. En este periodo, y a lo largo de la Edad Media, un hombre clave en la cultura española fue San Isidoro de Sevilla (560-636).
(Cristina Yanes Cabrera)
“El primer genocidio del Siglo XX fue el de los armenios”
(Papa Francisco)
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El olvidado genocidio de los cristianos armenios:
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Creemos que todos pecaron en Adán;
lo que significa que la culpa original cometida por él
hizo que la naturaleza, común a todos los hombres,
cayera en un estado tal
en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa.
Este estado ya no es aquel
en el que la naturaleza humana se encontraba al principio
en nuestros primeros padres,
ya que estaban constituidos en santidad y justicia,
y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte.
Así, pues, esta naturaleza humana, caída de esta manera,
destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada,
herida en sus mismas fuerzas naturales
y sometida al imperio de la muerte,
es dada a todos los hombres;
por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado.
Mantenemos, pues, siguiendo el concilio de Trento,
que el pecado original se transmite,
juntamente con la naturaleza humana,
por propagación, no por imitación,
y que se halla como propio en cada uno.
(Credo del Pueblo de Dios, 16)
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Los calendarios hispanos -entre otros-
celebraban en abril
la vuelta de Noé -humanidad nueva-
a una tierra lavada por Dios
(cf. Gen 9,11).
¡Un bello simbolismo!
San Isidoro, en su comentario al primer libro de la Biblia,
enseña que
«Noé, en todos sus actos,
anuncia a Cristo»
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Renovación bautismal en las aguas del río Jordán.
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Entrada a la Basílica del Santo Sepulcro (Jerusalén)
Creemos en el Espíritu Santo,
Señor y vivificador
que, con el Padre y el Hijo,
es juntamente adorado y glorificado.
Que habló por los profetas;
nos fue enviado por Cristo
después de su resurrección y ascensión al Padre;
ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia,
cuyos miembros purifica
con tal que no desechen la gracia.
Su acción, que penetra lo íntimo del alma,
hace apto al hombre de responder
a aquel precepto de Cristo:
Sed perfectos
como también es perfecto vuestro Padre celeste
(cf Mt 5,48).
(Credo del Pueblo de Dios 13)