El Credo del pueblo de Dios:
una lectura pascual sosegada

Preparando la celebración de la Misa moz. en san Julián de los Prados (Oviedo)

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En la noche santa de Pascua
hemos profesado solemnemente
la FE de la Iglesia
contenida en el Símbolo, el Credo.
Recordemos la enseñanza de san Pablo VI, Papa,
en el Credo del Pueblo de Dios:

 

Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles –como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida– y de las cosas invisibles –como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles– y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal.

 

 

Creemos que este Dios único es tan absolutamente uno en su santísima esencia como en todas sus demás perfecciones: en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y caridad.
Él es el que es, como él mismo reveló a Moisés; él es Amor, como nos enseñó el apóstol Juan: de tal manera que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma divina esencia de aquel que quiso manifestarse a sí mismo a nosotros y que, «habitando la luz inaccesible», está en sí mismo sobre todo nombre y sobre todas las cosas e inteligencias creadas. Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de sí mismo, revelándose a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar, aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y después de la muerte, en la luz sempiterna.
Los vínculos mutuos que constituyen a las tres personas desde toda la eternidad, cada una de las cuales es el único y mismo Ser divino, son la vida íntima y dichosa del Dios santísimo, la cual supera infinitamente todo aquello que nosotros podemos entender de modo humano.
Sin embargo, damos gracias a la divina bondad de que tantísimos creyentes puedan testificar con nosotros ante los hombres la unidad de Dios, aunque no conozcan el misterio de la Santísima Trinidad.

 

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