La Virgen de Almortâo (Portugal)

«Transportando iconos por España» de las Cantigas (s. XIII)

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La ermita de Nossa Senhora de Almortão,
en la provincia antigua de Beira Bx colindante con Cáceres,
ya existía en el siglo XIII como Sancta Maria Almorta.

 

He aquí algunos testimonios de la tradición mozárabe en el país hermano:

 

Canto a la Virgen de Almortâo de E. Ramos

 

 

Eduardo Ramos é cantor e toca Alaúde árabe e outros instrumentos árabes, portugueses e africanos.
Formou o grupo musical “Ensemble Moçarabe”, com o qual tem dado concertos por todo o país.

 

Sigue una interesante selección de cantos a la Virgen (en portugués):
Senhora de Almurtao · Tanxedoras

 

 

La hospitalidad

Icono de las santas hospederas de Betania: Marta y María.
Lázaro, amigo de Jesús, era hermano de Marta y María.

 

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Hoy es un día adecuado para recordar las obras de misericordia:
la acogida y todo lo que conlleva.

 

… compartir la mesa…

 

…compartir posesiones

 

Cfr. Mateo 25, 31ss.: el texto nos volverá a sorprender

 

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Más bibliografía sobre espacios litúrgicos para comprender las antiguas iglesias hispanas:

C. Godoy, A los pies del templo: espacios litúrgicos en contraposición al altar: una revisión,
Antigüedad y cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, 21 (2004) 473-492.

 

E. Carrero, Centro y periferia en la ordenación de los espacios litúrgicos: las estructuras corales, 
en Hortus Artium Medievalium 14 (2008) 159-179.

 

Fiesta jubilar del Apóstol Santiago,
patrón de las Españas

Oramos con este texto eucarístico del Rito de Milán (ambrosiano):

 

Realmente es algo bueno y justo
darte gracias, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Jesús, el Redentor, llamó a Santiago
del humilde trabajo de las redes,
y lo hizo pescador de hombres,
en orden a la salvación.
Él respondió al llamado divino
con pronta y fiel predisposición;
así mereció afrontar el tormento del martirio
y ser glorificado, antes que los demás apóstoles del Señor.
Por eso, Padre, nos unimos a él y a todos
los bienaventurados moradores del cielo,
para cantar tus alabanzas:
Santo, Santo, Santo…

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Inscripción visigótica en Mérida (s. VII). En ella se lee: IACOBI

 

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Vigilia del Apóstol Santiago

 

«Os invito a decidir de forma definitiva la dirección de vuestro camino. Con las mismas palabras de Cristo os pregunto: «¿Qué buscáis?» (Jn 1, 38). ¿Buscáis a Dios?

La tradición espiritual del cristianismo no solo subraya la importancia de nuestra búsqueda de Dios. Resalta algo todavía más importante: es Dios quien nos busca. Él nos sale al encuentro. […] nos busca con un amor tan grande que difícilmente logramos entender.
Este encuentro con Dios se realiza en Jesucristo. En Él, que ha dado la vida por nosotros, en su humanidad, experimentamos el amor que Dios nos tiene. «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
Y al igual que Jesús llamó a Santiago y a los otros Apóstoles también nos llama a cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros […] tiene que entender y creer: «Dios me llama, Dios me envía». Desde la eternidad Dios ha pensado en nosotros y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles. Él nos llama y su llamada se realiza a través de la persona de Jesucristo que nos dice, como ha dicho a los Apóstoles: «Ven y sígueme». ¡Él es el Camino que nos conduce al Padre!
Pero hay que reconocer que nosotros no tenemos ni la fuerza, ni la constancia, ni la pureza de corazón suficiente para seguir a Dios con toda nuestra vida y con todo nuestro corazón. Pidámosle a María, Ella que ha sido la primera en seguir el camino de su Hijo, que interceda por nosotros.
Jesús desea acompañarnos, como acompañó a los discípulos en el camino de Emaús. Él nos indica la dirección del camino a seguir. Él nos da la fuerza. Al volver a casa, al igual que los discípulos del relato evangélico, podremos decir que nuestro corazón ardía cuando nos hablaba en el camino y que le hemos reconocido al partir el pan (cf. Lc 24, 22.25). Será el momento de presentarnos a nuestros hermanos, […] como testigos. ¡Sí! ¡Testigos del amor de Dios y de su esperanza de salvación!»

 

(San Juan Pablo II, Vigilia en el Monte del Gozo, Santiago de Compostela, 19-8-89)

 

En la mayoría de los calendarios hispanos la fiesta de Santiago el Mayor
se celebra el 30 de diciembre.
En el Calendario Mozárabe de Córdoba (s. X)
figura tanto a final de año como el 25 de julio.
Hoy algunos calendarios hispanos hacían memoria de otro apóstol:
san Bartolomé (cf. Silos 3).

 

Triduo al Apóstol

 

«El sentido, el estilo peregrinante es algo profundamente enraizado en la visión cristiana de la vida y de la Iglesia. El camino de Santiago creó una vigorosa corriente espiritual y cultural de fecundo intercambio entre los pueblos de Europa. Pero lo que realmente buscaban los peregrinos con su actitud humilde y penitente era ese testimonio de fe […]: la fe cristiana que parecen rezumar las piedras compostelanas con que está construida la basílica del Santo. Esa fe cristiana y católica que constituye la identidad del pueblo español.

Os invito a reflexionar sobre nuestra fe, en un esfuerzo para conectar de nuevo con los orígenes apostólicos de vuestra tradición cristiana. En efecto, la Iglesia de Cristo, nacida en Él, crece y madura hacia Cristo a través de la fe transmitida por los Apóstoles y sus sucesores. Y desde esa fe ha de afrontar las nuevas situaciones, problemas y objetivos de hoy. Viviendo la contemporaneidad eclesial en actitud de conversión, en servicio a la evangelización, ofreciendo a todos el diálogo de la salvación, para consolidarse cada vez más en la verdad y en el amor.
La fe es un tesoro que «llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros».
La fe de la Iglesia tiene su origen y fundamento en el mensaje de Jesús que los Apóstoles extendieron por todo el mundo. Por la fe, que se manifiesta como anuncio, testimonio y doctrina, se transmite sin interrupción histórica la revelación de Dios en Jesucristo a los hombres.
Los Apóstoles, predicando el Evangelio, entablaron con los hombres de todos los pueblos un diálogo incesante.
Dice san Pablo y parece decirlo aquí Santiago: «En toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo».
Los peregrinos parecen responder: «Creí, por eso hablé […] sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros [. . .] para que la gracia difundida en muchos acreciente la acción de gracias para gloria de Dios».
Así perdura en Compostela el testimonio apostólico y se realiza el diálogo de las generaciones a través del cual crece la fe, la fe auténtica de la Iglesia, la fe en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado para ofrecernos la salvación. Él, rico en misericordia, es el Redentor del hombre.
Una fe que se traduce en un estilo de vida según el Evangelio, es decir, un estilo de vida que refleje las bienaventuranzas, que se manifieste en el amor como clave de la existencia humana y que potencie los valores de la persona, para comprometerla en la solución de los problemas humanos de nuestro tiempo.
Es la fe de los peregrinos que venían y siguen viniendo aquí de toda España y desde más allá de sus fronteras. La fe de las generaciones pasadas que ayer vinieron a Compostela, y de la generación actual que continúa viniendo también hoy. Con esta fe se construye la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Así, pues, junto al Apóstol Santiago se construye en nosotros la Iglesia del Dios viviente. Esta Iglesia profesa su fe en Dios, anuncia a Dios, adora a Dios. Así lo proclamamos en el Salmo:
«El Señor tenga piedad y nos bendiga, / ilumine su rostro sobre nosotros; / conozca la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación. / ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, / que todos los pueblos te alaben»».

 

(San Juan Pablo II, en la Misa del Peregrino 1982)

 

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María de Magdala,
apóstol de apóstoles

La liturgia hispano-mozárabe llama a esta gran mujer «confesora de la fe».
Para Oriente, la santa de Magdala está a la altura de los apóstoles (isapostola).

 

Oramos:
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
aclamarte siempre,
Padre todopoderoso,
de quien la misericordia
no es menor que el poder,
por Cristo, Señor nuestro.
El cual se apareció visiblemente en el huerto
a María Magdalena,
pues ella lo había amado en vida,
lo había visto morir en la cruz,
lo buscaba yacente en el sepulcro,
y fue la primera en adorarlo
resucitado de entre los muertos;
y él la honró ante los apóstoles
con el oficio del apostolado
para que la buena noticia de la vida nueva
llegase hasta los confines del mundo.
Por eso, Señor,
nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
Santo, Santo, Santo es el Señor…

Otros dos bellos textos bíblicos con los que hacer hoy oración:
Cantar de los Cantares 3,1ss
2 Corintios 5, 14ss

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