1 de noviembre: Todos los santos

 

Hoy se suelen exponer en las iglesias, a la veneración de los fieles, algunas reliquias de los santos colocándolas, debajo o al pie del altar (no se ponen sobre la mesa santa porque esta se reserva para lo que tiene que ver solo con la Eucaristía) [cf. Ap 6,9]. De esto habla ya san Ambrosio de Milán (Carta 22, 13 PL 16,1023).

Cuando la Iglesia nos invita a venerar los restos mortales de los mártires y de los santos, no olvida que, en definitiva, se trata de pobres huesos humanos, pero que pertenecían a personas que han intentado transmitir con denuedo la potencia viva de Dios.

Las reliquias de los santos son huellas de esa presencia invisible -pero real- que ilumina las tinieblas del mundo, manifestando el reino de los cielos que está dentro de nosotros.

Proclaman, con nosotros y por nosotros: Maranatha ―»Ven, Señor Jesús»―. 

Con ellos confesamos a Jesús como Kyrios:

(Canto visigótico, Silos)

 

Desde la iglesia catedral-magistral de Alcalá de Henares:

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