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En el último día del año civil solemos rezar
el himno Te Deum
como acción de gracias a Dios:
En las primeras horas del año nuevo
invocamos la fuerza el Señor,
pidiendo los dones del Santo Paráclito:
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En el último día del año civil solemos rezar
el himno Te Deum
como acción de gracias a Dios:
En las primeras horas del año nuevo
invocamos la fuerza el Señor,
pidiendo los dones del Santo Paráclito:
Christe, Redemptor:
himno navideño de Vísperas
(versión española del s. XVIII)
O Jesús, Redentor de los mortales,
que antes que hubiese luz, fuiste engendrado
del Padre de las luces más sagrado
igual en sus grandezas celestiales:
Tú, Luz del Padre eterno refulgente,
Esperanza de nuestros corazones,
atiende a las humildes oraciones,
que hace el orbe postrado y reverente.
Acuérdate, Hacedor del universo,
de que en tiempo la forma recibiste
de nuestro frágil cuerpo, y que naciste
del vientre de la Virgen puro y terso.
Este presente día testifica
en su círculo anual, que del Paterno
seno desciendes, y hecho niño tierno,
eres salud que al mundo vivifica.
A él la tierra, los astros y los mares,
y quanto está debaxo de la esfera
como a Autor de la vida le venera,
y entona en su loor nuevos cantares.
Y nosotros a quienes los preciosos
raudales de tus venas han regado,
en honor de este día tan sagrado
te tributamos Himnos harmoniosos.
Texto original cantado en gregoriano:
De la casulla de sto. Tomás obispo de Canterbury
Desde las mismas tierras inglesas, donde fue martirizado santo Tomás
mientras presidia el Oficio de Vísperas navideñas:
Adeste fideles en inglés y bendición del «pesebre» de la catedral:
Proponemos leer despacio: Lucas 2, 22ss
«Mirad: la virgen está encinta
y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emanuel» (Is 7, 14).
Esta antigua promesa encontró cumplimiento superabundante
en la Encarnación del Hijo de Dios.
Es Juan, en el IV evangelio, quien nos acerca al corazón del misterio:
«El Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros» (Jn 1, 14).
Lucas (con María y los pastores) y Mateo (con José y los magos),
desde dos puntos de vista diferentes,
nos acercan al acontecimiento de gracia.
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Hoy nos encontramos en la Basílica de la Concepción (Madrid)
Bendición hispana:
«Oh Dios que plantaste el paraíso al Oriente
injerta a todos tus hijos en el árbol de la cruz
para que tengan temor de Dios
y se amen como hermanos.
Que nosotros te adoremos a ti Señor
y entre nosotros seamos concordes.
Que te ofrezcamos un servicio de alabanza
y manifestemos unos a otros el servicio del amor. Amen.»
(Silos, ms. 6 n. 369 Benedictio)
Otros himnos de este tipo se incorporan a la liturgia de la Iglesia en Navidad,
incluyendo el himno del poeta español Prudencio (384-413), Corde natus ex parentis;
A Solis Ortus Cardine, de Coelio Sedulio (d. 450);
y Jesu, Redemptor Omnium (s. VI).
HOY se celebra al apóstol san Juan, el Teólogo, hermano de Santiago.
Audición:
Puer natus est nobis / gregoriano de Silos:
El asno es la montura modesta que evoca el tiempo de los patriarcas (alianza) y los jueces que viven bajo la Ley de Dios. En los días mesiánicos el buey comerá paja (cf. Is 11,7). Ambos animales reconocen el señorío divino (cf. Is 1,3). Es la razón de que estén en nuestros belenes la estrella, el buey y el asno.
«El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3:
(Benedicto XVI, “La infancia de Jesús”).
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Queriendo Dios acabar con el pecado,
trató de lograrlo por medio de la palabra, la ley, los profetas,
milagros, plagas, prodigios,
pero, como ni así amonestado el mundo reconoció sus errores,
envió Dios a su Hijo para que, asumida la carne,
se diese a conocer a los hombres y curase a los pecadores.
Vino como hombre,
porque en sí mismo los hombres no podían conocerlo.
Para que pudiesen contemplarlo,
el Verbo se hizo carne (Jn 1,14) asumiendo la carne,
no transformado en carne.
Asumió la humanidad, pero no perdió la divinidad;
por lo tanto, verdadero Dios y verdadero hombre;
en la naturaleza divina igual al Padre,
en la naturaleza humana hecho mortal
en nosotros, por nosotros, de nosotros;
permaneciendo lo que era, recibiendo lo que no era,
para liberar lo que había creado.
Ésta es la gran solemnidad de la Natividad del Señor,
ésta es, la nueva y gloriosa festividad de este día,
el advenimiento de Dios a los hombres.
En razón a que en este día nació Cristo,
recibe el nombre de Navidad.
Solemos celebrarla anualmente como fiesta solemne,
para recordar que Cristo ha nacido».
S. Isidoro, Los Oficios de la Iglesia, XXVI.
En la Noche santa de Navidad cenamos pronto
para poder participar en la Misa del Gallo.
En muchos lugares hoy se canta la Kalenda o anuncio de la Navidad.
«Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro».
El último día del septenario de antífonas mayores propone la profecía de Isaías al rey Acaz sobre el hijo, el Enmanuel (7, 14; 8,8). Mateo anuncia que aquel oráculo se ha cumplido plenamente en el nacimiento de Jesús (1,23). Él es, en efecto, el Rey y legislador que viene a salvarnos (cf. Isaías 33,22). En Él y solo en Él descansa nuestra esperanza como Salvador universal (1ª Timoteo 4,10).
Pedimos al Señor Dios nuestro (Isaías 37,20) el don del temor de Dios, esperando en Él como nos enseñaron nuestros padres de Israel. Su espera se vio compensada, sobradamente, con el misterio de la encarnación del Hijo de Dios hecho hombre en medio de su pueblo; que el don del temor de Dios nos haga sentir a nosotros su amor y su misericordia en nuestras vidas.
Proponemos hoy rezar con tres audiciones diferentes:
la versión en gregoriano
del título de Cristo de la última Antífona de las Ferias mayores de Adviento;
el canto de J. Aaron grabado en Tierra Santa;
y, la canción de M. Mangan. Estas últimas en inglés.
«Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre,
que formaste del barro de la tierra».
La sexta antífona que nos prepara para las Pascuas presenta tres títulos mesiánicos. El acróstico ERO CRAS se construye desde la primera: Rey. Aquí, nuestro texto se inspira en la profecía de Jeremías (10,7) cuyos ecos resuenan en el libro del Apocalipsis (15, 3). El título «Deseado de los pueblos» se encuentra también en la profecía de Ageo (2,7).
Cristo es el pontífice, el que hace un puente entre Dios y los hombres; pontífice entre los mismos hombres, con su propia carne (cf. Efesios 2, 14). Sobre la piedra angular que profetizaba Isaías (28,16) se construye el templo de su Cuerpo, la Iglesia tomada de Israel y de todas las naciones (cf. Efesios 2,14). En la petición se confiesa que el Verbo, el Hijo del Padre, estaba actuando al inicio de la creación modelando al ser humano del limo de la tierra (cf. Génesis 2,7).
Cimentados en Él pedimos al Paráclito el don de piedad.
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