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Como la luna refleja -en la oscuridad- la luz del sol, así, la Iglesia refleja la luz de Cristo.
Entramos en ella por el baño del agua y del Espíritu Santo.
El Bautismo nos introduce en el Paraíso perdido.
Nadie puede impedir la salvación que ofrece Cristo, el Ungido del Padre.
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Cada martes nos reunimos con el Señor y con los hermanos.
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Bibliografía sobre arquitectura:
C. GODOY,
“A los pies del templo: espacios litúrgicos en contraposición al altar: una revisión”,
en Antigüedad y cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, 21,
(2004) 473-492.
E. CARRERO,
Centro y periferia en la ordenación de los espacios litúrgicos: las estructuras corales,
en Hortus Artium Medievalium 14 (2008) 159-179.