La «hora» de la Pascua

Cuando llegó su hora (cf Jn 13,1; 17,1),
Jesús vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa:
Jesús muere, es sepultado, resucita de entre los muertos
y se sienta a la derecha del Padre
«una vez por todas» (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12).
Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia,
pero absolutamente singular:
todos los demás acontecimientos suceden una vez,
y luego pasan y son absorbidos por el pasado.
El misterio pascual de Cristo, por el contrario,
no puede permanecer solamente en el pasado,
pues por su muerte destruyó a la muerte,
y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo
y padeció por los hombres participa de la eternidad divina
y domina así todos los tiempos
y en ellos se mantiene permanentemente presente.
El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece
y atrae todo hacia la Vida.
(Catecismo 1085).

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La costumbre de la velatio o velación de las ofrendas
es una de las antiguas costumbres que
ha continuado en nuestra práctica celebrativa actual
de la liturgia hispano-mozárabe.

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