Pascua de alegría y esperanza

Las obras de misericordia nos recuerdan que damos sepultura a los difuntos y oramos por ellos
porque tenemos certeza de la Resurrección de Cristo
y fe esperanzada en el misterio de la resurrección de la carne.

​»El agua cuando supera los diques suele tener un efecto devastador.
Con nuestro bautismo hemos sido sumergidos en la muerte de Cristo.
En su bautismo en nosotros, y en nuestro bautismo en Él,
se puede ver un cierto desbordarse de las aguas;
un desbordarse, sin embargo, que destruye la muerte.
Para esto el Espíritu Santo desciende en el bautismo de Jesús
(la paloma recuerda el fin del diluvio) como signo de que la tierra ya se puede habitar,
para hacer de nosotros esta tierra nueva en la que reside el amor del Dios vivo.
Sí, la tierra de los hombres, nuestra tierra,
cualesquiera que hayan sido sus devastaciones, es habitable,
pues el amor del Dios vivo ha puesto en ella su morada
y porque el hombre, convertido en Dios, puede a su vez morar en él,
preparando de este modo la tierra nueva en que habitará la justicia».
(P. Jean Corbon)

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