Ocho de septiembre:
Natividad de santa María


«Se han de considerar, sobre todo,
las celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos,
en los que la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo,
como las fiestas de la Natividad de María (8 setiembre),
«esperanza de todo el mundo y aurora de la salvación».
(san Pablo VI, Marialis Cultus, 7).

«Nuestra palabra sobre el «Angelus» quiere ser solamente una simple
pero viva exhortación a mantener su rezo acostumbrado,
donde y cuando sea posible.
El «Angelus» no tiene necesidad de restauración:
la estructura sencilla, el carácter bíblico, el origen histórico
que lo enlaza con la invocación de la incolumidad en la paz,
el ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada,
la apertura hacia el misterio pascual,
por lo cual mientras conmemoramos la Encarnación del Hijo de Dios
pedimos ser llevados «por su pasión y cruz a la gloria de la resurrección»,
hace que a distancia de siglos conserve inalterado su valor e intacto su frescor.
[…] quedan inmutados
el valor de la contemplación del misterio de la Encarnación del Verbo,
del saludo a la Virgen y del recurso a su misericordiosa intercesión:
y, no obstante el cambio de las condiciones de los tiempos,
permanecen invariados para la mayor parte de las gentes
esos momentos característicos de la jornada mañana, mediodía, tarde
que señalan los tiempos de su actividad
y constituyen una invitación a hacer un alto para orar» (ibid, 41).

Inicio de la eucaristía de hoy en el Misal Mozárabe de Cisneros

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