<Magnificat>: oración vespertina


La Iglesia occidental incorporó
a la oración de la tarde (Vísperas)
el cántico evangélico
que Lucas pone en labios de María.
La que estuvo en aquella tarde del Viernes Santo
cabe la Cruz de su Hijo
nos enseña a mirar con esperanza
las cruces de cada día.
Este texto recibe su nombre (Magníficat)
de la primera palabra de inicio
en la versión latina,
en español podría traducirse como
<Proclama…>, <Engrandece>, etc.
Conviene aprender de memoria,
difundir y cantar esta alabanza
que nos enseña la Virgen:

<Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humildad
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén>.

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