HIMNO DE CÓDICE BANGOR LITURGIA CELTA SIGLO VI-VII.
(Pronto podré ofrecer su canto en audio, en el Cd sobre Beato de Liébana)
1. Sancti venite, Christi corpus sumite, sanctum bibentes, quo redempti sanguinem.
2. Salvati Christi corpore et sanguine, a quo refecti laudes dicamus Deo.
3. Hoc sacramento corporis et sanguinis omnes exuti ab inferni faucibus.
4. Dator salutis, Christus filius Dei, mundum salvavit per crucem et sanguinem.
5. Pro universis immolatus Dominus ipse sacerdos existit et hostia.
6. Lege praeceptum immolari hostias, qua adumbrantur divina mysteria.
7. Lucis indultor et salvator omnium praeclaram sanctis largitus est gratiam.
8. Accedant omnes pura mente creduli, sumant aeternam salutis custodiam.
9. Sanctorum custos, rector quoque, Dominus vitae perennis largitor credentibus.
10. Caelestem panem dat esurientibus, de fonte vivo praebet sitientibus.
11. Alpha et Omega ipse Christus Dominus Venit, venturus iudicare homines.
***
1. Santos, venid recibid el Cuerpo de Cristo; bebed la santa sangre que os ha redimido.
2. Salvados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que ahora nos alimentan elevamos alabanzas a Dios
3. Por este sacramento del Cuerpo y de la Sangre todos hemos sido rescatados de las fauces del infierno.
4. El dador de salvación, Cristo Hijo de Dios, salvó el mundo por la sangre en la cruz.
5. Por todo el mundo se ha inmolado el Señor siendo a la vez Sacerdote y Víctima.
6. En la Ley se mandaba inmolar víctimas; estas eran sombras de los divinos misterios.
7. Dador de la Luz y Salvador de todos distribuyes con largueza a los santos gracia abundante. 8. Vengan todos con pura fe de corazón, reciban la eterna salvaguarda de salvación.
9. Protector de los santos Guardián y Señor, Dispensador de la vida eterna para los creyentes. 10. El pan del cielo se da a los hambrientos, de la fuente viva se da a beber a los sedientos.
11. Alfa y Omega es Cristo el Señor: viene el que vendrá a juzgar a la humanidad
***
SANCTE VENITE Antiguo himno eucarístico MANU GLEZ, GRANITO DE ARENA.
El Antifonario Benchorense es un manuscrito procedente del monasterio de Bangor (Belfast, Irlanda del Norte) y conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán (Italia); contiene una interesante colección de cánticos, himnos, colectas para el Oficio Divino y algunas antífonas para la Misa cuyos textos se remontan al siglo séptimo.
En este libro de canto monástico celta se encuentra el himno eucarístico latino más antiguo conocido: un canto para la comunión que comienza por las palabras Sancti venite (que se acerquen los santos). Este inicio parece presuponer la antigua invitación eucarística para la comunión de Oriente y de Occidente: Sancta sanctis (lo santo para los santos). En efecto, en la antigüedad el sacramento era denominado sancta (las cosas santas) y los cristianos sancti (los consagrados por el bautismo).
Cosas santas para los santos
El elemento más famoso del Antifonario de Bangor es este venerable himno eucarístico Sancti, venite, sumite Christi Corpus, que no se encuentra en ningún otro texto antiguo. Es una pieza excepcional porque en la comunión solían cantarse textos bíblicos: del Antiguo Testamento como profecía de la eucaristía (Melquisedec, cordero, maná, salmo 33: «Gustad y ved», etc.) o textos netamente eucarísticos (pan de vida, etc.). Quizá a la difusión de una antífona extrabíblica contribuyó la leyenda de que este himno había sido escuchado por san Patricio y su discípulo san Sechnall de labios de los mismos ángeles.
Monjes celtas cantando latín El texto del himno del antiguo manuscrito, encontrado en Bobbio por Muratori (1697), lo publicó P. F. Moran en Essays on the Discipline and Constitution of the Early Irish Church, refiriéndose a él como una pepita de oro del antiguo Rito celta. La versión de John Mason Neale (1867) contribuyó poderosamente a su difusión tanto entre católicos como anglicanos de Gran Bretaña; luego, en 1895, F. E. Warren publicó la edición facsímil (HBS). Para la difusión y mejor compresión de este bello texto eucarístico, ofrecemos una versión en nuestra lengua y una breve explicación de sus partes.
Estructura del canto
El canto inicia invitando a los bautizados a la comunión –bajo las dos especies– con el cuerpo y la sangre de la Redención (1); se insta también a los salvados a la alabanza por el alimento de la comunión (2), ya que el acontecimiento de la liberación se hace signo sacramental (3): fue en la cruz, donde el Hijo de Dios derramó esta misma sangre para salvarnos (4) y se entrega ahora en los divinos misterios. Es muy interesante, en este contexto eucarístico, la endíadis de los términos sacerdote y víctima al cantar la oblación universal (5) prefigurada como sombra por los sacrificios de la antigua Ley (6). Cristo, dador de la Luz (7) y de la Vida (9), manifiesta su señorío y cuidado por nosotros con la Eucaristía, prenda de la gloria futura (8). La Iglesia, en su canto, invita a todos los creyentes de puro corazón a recibir el pan del cielo y a beber de las fuentes de la salvación (10). El himno concluye con la contemplación que hace pasar del altar de este mundo –donde comulgamos– al altar del cielo, desde donde Cristo, alfa y omega, vendrá como Señor a juzgar al mundo (11).
Sobresalen en este canto los grandes conceptos de gracia y salvación. También resuenan la teología tipológica del primer Testamento (Ley como sombra), la teología joánica (Pan de vida), la teología paulina (el misterio de la sangre y de la cruz) y la esperanza que muestra el Apocalipsis (alfa y omega). Por todo ello, bien merece que este himno sea difundido y que algunas de sus once estrofas sean cantadas bien como antífona de comunión o como himno para la bendición eucarística.
La fe eucarística eclesial
Algunas antífonas más del Antifonario Benchorense completan esta rica doctrina eucarística. Así, otro canto de comunión dice: «Hemos recibido el Cuerpo del Señor, hemos bebido su Sangre; no temamos ningún mal porque el Señor está con nosotros». También propone el salmo 33 como canto para comulgar: «Gustad y ved…». El texto que sigue canta la esperanza en la vida perdurable: «Recibid este sagrado Cuerpo del Señor y la Sangre del Salvador, para la vida eterna. Aleluya». El manuscrito añade este otro versículo evangélico: «Este es el pan vivo que ha bajado del cielo. Aleluya. El que come de él vivirá para siempre. Aleluya». Y culmina con este corolario donde resuena la antífona hispana de postcomunión, indicativo de la intensa relación entre las Iglesias celta y goto-hispana: «Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo te alabamos siempre, Señor. Aleluya».
El himnólogo alemán Daniel destaca la afinidad entre este himno eucarístico celta y una antífona de la antigua Iglesia de la Galia cantada durante la comunión del Tiempo Pascual: Venite populi («Venid pueblos al sagrado e inmortal misterio. Participad del sacrificio; con temor y fe, acerquémonos; con las manos puras, recibamos la prenda del perdón. Pues el Cordero de Dios se ofreció por nosotros al Padre en sacrificio. A Él únicamente adoremos y glorifiquemos con los ángeles. Aleluya»; (S. Gregorio de Tours, De Mirac. II,13).
Hoy, en el Rito romano, la invitación a la Comunión fusiona dos citas bíblicas: llama al sacramento «Cordero de Dios» (Jn 1,29.36) y a los cristianos «invitados a la mesa del Señor» (cf. Ap 19,9). Pero no olvidamos que nuestra condición de invitados al Banquete del Cordero viene dada por el Misterio celebrado en los sacramentos, signos santos que nos santifican.
Manuel G. López-Corps, Pbro.
***
Este himno se atribuye a San Sechnall (muerto en 457), también conocido como San Segundo, que era sobrino de San Patricio. Una antigua leyenda afirma que San Patricio y su sobrino San Sechnall escucharon a los ángeles cantándolo en la iglesia de Dunshaughlin durante el ofertorio antes de la comunión. A partir de ese momento se adoptó allí para su uso durante la recepción de la Sagrada Comunión.
El himno se remonta al siglo VII, lo que lo convierte quizás en el himno eucarístico más antiguo conocido. Aparece en el Bangor Antiphoner, un manuscrito irlandés del siglo VII. La Antífona de Bangor fue escrita en Irlanda en algún momento entre 680 y 691. Desde Bangor fue llevada a Bobbio, un famoso monasterio fundado en Italia por el misionero irlandés San Columbano. San Columbano fue discípulo de San Comgall, quien fundó el monasterio en Bangor alrededor del año 552. El propio San Columbano fundó el monasterio en Bobbio en 614. No se sabe exactamente cuándo fue llevada la Antífona de Bangor a Bobbio. Sin embargo, dado que contiene una lista de los primeros quince abades de Bangor, comenzando con Comgall y terminando con Cronanus, que murió en 691, parece que debe haber sido algún tiempo después. También se especula que el manuscrito que tenemos hoy es en realidad una copia del original de Bangor. El himno en sí no aparece en ningún manuscrito antiguo fuera del Bangor Antiphoner. Muratori fue el primero en publicar el texto del himno en su Anecdota (1697-98). La primera vez que encontró el himno fue en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. La Antífona fue traída a Milán desde Bobbio por el cardenal Federigo Borromeo cuando fundó la Biblioteca Ambrosiana en 1609.
En cuanto a la autoría del himno por parte de San Sechnall, si bien la documentación histórica sólo se remonta al siglo VII, es muy posible que él sea el autor. El estilo del himno se parece un poco al de un estilo más antiguo que el que suele encontrarse en un himno de finales del siglo VII.
HIMNO DE CÓDICE BANGOR LITURGIA CELTA SIGLO VI-VII.
(Pronto podré ofrecer su canto en audio, en el Cd sobre Beato de Liébana)
1. Sancti venite, Christi corpus sumite, sanctum bibentes, quo redempti sanguinem.
2. Salvati Christi corpore et sanguine, a quo refecti laudes dicamus Deo.
3. Hoc sacramento corporis et sanguinis omnes exuti ab inferni faucibus.
4. Dator salutis, Christus filius Dei, mundum salvavit per crucem et sanguinem.
5. Pro universis immolatus Dominus ipse sacerdos existit et hostia.
6. Lege praeceptum immolari hostias, qua adumbrantur divina mysteria.
7. Lucis indultor et salvator omnium praeclaram sanctis largitus est gratiam.
8. Accedant omnes pura mente creduli, sumant aeternam salutis custodiam.
9. Sanctorum custos, rector quoque, Dominus vitae perennis largitor credentibus.
10. Caelestem panem dat esurientibus, de fonte vivo praebet sitientibus.
11. Alpha et Omega ipse Christus Dominus Venit, venturus iudicare homines.
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1. Santos, venid recibid el Cuerpo de Cristo; bebed la santa sangre que os ha redimido.
2. Salvados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que ahora nos alimentan elevamos alabanzas a Dios
3. Por este sacramento del Cuerpo y de la Sangre todos hemos sido rescatados de las fauces del infierno.
4. El dador de salvación, Cristo Hijo de Dios, salvó el mundo por la sangre en la cruz.
5. Por todo el mundo se ha inmolado el Señor siendo a la vez Sacerdote y Víctima.
6. En la Ley se mandaba inmolar víctimas; estas eran sombras de los divinos misterios.
7. Dador de la Luz y Salvador de todos distribuyes con largueza a los santos gracia abundante. 8. Vengan todos con pura fe de corazón, reciban la eterna salvaguarda de salvación.
9. Protector de los santos Guardián y Señor, Dispensador de la vida eterna para los creyentes. 10. El pan del cielo se da a los hambrientos, de la fuente viva se da a beber a los sedientos.
11. Alfa y Omega es Cristo el Señor: viene el que vendrá a juzgar a la humanidad
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SANCTE VENITE Antiguo himno eucarístico MANU GLEZ, GRANITO DE ARENA.
El Antifonario Benchorense es un manuscrito procedente del monasterio de Bangor (Belfast, Irlanda del Norte) y conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán (Italia); contiene una interesante colección de cánticos, himnos, colectas para el Oficio Divino y algunas antífonas para la Misa cuyos textos se remontan al siglo séptimo.
En este libro de canto monástico celta se encuentra el himno eucarístico latino más antiguo conocido: un canto para la comunión que comienza por las palabras Sancti venite (que se acerquen los santos). Este inicio parece presuponer la antigua invitación eucarística para la comunión de Oriente y de Occidente: Sancta sanctis (lo santo para los santos). En efecto, en la antigüedad el sacramento era denominado sancta (las cosas santas) y los cristianos sancti (los consagrados por el bautismo).
Cosas santas para los santos
El elemento más famoso del Antifonario de Bangor es este venerable himno eucarístico Sancti, venite, sumite Christi Corpus, que no se encuentra en ningún otro texto antiguo. Es una pieza excepcional porque en la comunión solían cantarse textos bíblicos: del Antiguo Testamento como profecía de la eucaristía (Melquisedec, cordero, maná, salmo 33: «Gustad y ved», etc.) o textos netamente eucarísticos (pan de vida, etc.). Quizá a la difusión de una antífona extrabíblica contribuyó la leyenda de que este himno había sido escuchado por san Patricio y su discípulo san Sechnall de labios de los mismos ángeles.
Monjes celtas cantando latín El texto del himno del antiguo manuscrito, encontrado en Bobbio por Muratori (1697), lo publicó P. F. Moran en Essays on the Discipline and Constitution of the Early Irish Church, refiriéndose a él como una pepita de oro del antiguo Rito celta. La versión de John Mason Neale (1867) contribuyó poderosamente a su difusión tanto entre católicos como anglicanos de Gran Bretaña; luego, en 1895, F. E. Warren publicó la edición facsímil (HBS). Para la difusión y mejor compresión de este bello texto eucarístico, ofrecemos una versión en nuestra lengua y una breve explicación de sus partes.
Estructura del canto
El canto inicia invitando a los bautizados a la comunión –bajo las dos especies– con el cuerpo y la sangre de la Redención (1); se insta también a los salvados a la alabanza por el alimento de la comunión (2), ya que el acontecimiento de la liberación se hace signo sacramental (3): fue en la cruz, donde el Hijo de Dios derramó esta misma sangre para salvarnos (4) y se entrega ahora en los divinos misterios. Es muy interesante, en este contexto eucarístico, la endíadis de los términos sacerdote y víctima al cantar la oblación universal (5) prefigurada como sombra por los sacrificios de la antigua Ley (6). Cristo, dador de la Luz (7) y de la Vida (9), manifiesta su señorío y cuidado por nosotros con la Eucaristía, prenda de la gloria futura (8). La Iglesia, en su canto, invita a todos los creyentes de puro corazón a recibir el pan del cielo y a beber de las fuentes de la salvación (10). El himno concluye con la contemplación que hace pasar del altar de este mundo –donde comulgamos– al altar del cielo, desde donde Cristo, alfa y omega, vendrá como Señor a juzgar al mundo (11).
Sobresalen en este canto los grandes conceptos de gracia y salvación. También resuenan la teología tipológica del primer Testamento (Ley como sombra), la teología joánica (Pan de vida), la teología paulina (el misterio de la sangre y de la cruz) y la esperanza que muestra el Apocalipsis (alfa y omega). Por todo ello, bien merece que este himno sea difundido y que algunas de sus once estrofas sean cantadas bien como antífona de comunión o como himno para la bendición eucarística.
La fe eucarística eclesial
Algunas antífonas más del Antifonario Benchorense completan esta rica doctrina eucarística. Así, otro canto de comunión dice: «Hemos recibido el Cuerpo del Señor, hemos bebido su Sangre; no temamos ningún mal porque el Señor está con nosotros». También propone el salmo 33 como canto para comulgar: «Gustad y ved…». El texto que sigue canta la esperanza en la vida perdurable: «Recibid este sagrado Cuerpo del Señor y la Sangre del Salvador, para la vida eterna. Aleluya». El manuscrito añade este otro versículo evangélico: «Este es el pan vivo que ha bajado del cielo. Aleluya. El que come de él vivirá para siempre. Aleluya». Y culmina con este corolario donde resuena la antífona hispana de postcomunión, indicativo de la intensa relación entre las Iglesias celta y goto-hispana: «Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo te alabamos siempre, Señor. Aleluya».
El himnólogo alemán Daniel destaca la afinidad entre este himno eucarístico celta y una antífona de la antigua Iglesia de la Galia cantada durante la comunión del Tiempo Pascual: Venite populi («Venid pueblos al sagrado e inmortal misterio. Participad del sacrificio; con temor y fe, acerquémonos; con las manos puras, recibamos la prenda del perdón. Pues el Cordero de Dios se ofreció por nosotros al Padre en sacrificio. A Él únicamente adoremos y glorifiquemos con los ángeles. Aleluya»; (S. Gregorio de Tours, De Mirac. II,13).
Hoy, en el Rito romano, la invitación a la Comunión fusiona dos citas bíblicas: llama al sacramento «Cordero de Dios» (Jn 1,29.36) y a los cristianos «invitados a la mesa del Señor» (cf. Ap 19,9). Pero no olvidamos que nuestra condición de invitados al Banquete del Cordero viene dada por el Misterio celebrado en los sacramentos, signos santos que nos santifican.
Manuel G. López-Corps, Pbro.
***
Este himno se atribuye a San Sechnall (muerto en 457), también conocido como San Segundo, que era sobrino de San Patricio. Una antigua leyenda afirma que San Patricio y su sobrino San Sechnall escucharon a los ángeles cantándolo en la iglesia de Dunshaughlin durante el ofertorio antes de la comunión. A partir de ese momento se adoptó allí para su uso durante la recepción de la Sagrada Comunión.
El himno se remonta al siglo VII, lo que lo convierte quizás en el himno eucarístico más antiguo conocido. Aparece en el Bangor Antiphoner, un manuscrito irlandés del siglo VII. La Antífona de Bangor fue escrita en Irlanda en algún momento entre 680 y 691. Desde Bangor fue llevada a Bobbio, un famoso monasterio fundado en Italia por el misionero irlandés San Columbano. San Columbano fue discípulo de San Comgall, quien fundó el monasterio en Bangor alrededor del año 552. El propio San Columbano fundó el monasterio en Bobbio en 614. No se sabe exactamente cuándo fue llevada la Antífona de Bangor a Bobbio. Sin embargo, dado que contiene una lista de los primeros quince abades de Bangor, comenzando con Comgall y terminando con Cronanus, que murió en 691, parece que debe haber sido algún tiempo después. También se especula que el manuscrito que tenemos hoy es en realidad una copia del original de Bangor. El himno en sí no aparece en ningún manuscrito antiguo fuera del Bangor Antiphoner. Muratori fue el primero en publicar el texto del himno en su Anecdota (1697-98). La primera vez que encontró el himno fue en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. La Antífona fue traída a Milán desde Bobbio por el cardenal Federigo Borromeo cuando fundó la Biblioteca Ambrosiana en 1609.
En cuanto a la autoría del himno por parte de San Sechnall, si bien la documentación histórica sólo se remonta al siglo VII, es muy posible que él sea el autor. El estilo del himno se parece un poco al de un estilo más antiguo que el que suele encontrarse en un himno de finales del siglo VII.