Alabad a Yhwh

Alabad a Yavé (Alelu-ya) en escritura hebrea

Aleluya…

“Tan grande es –dice Casiodoro (s. VI)- el prestigio de esta palabra que, aunque la lengua hebrea vela su sentido, no aparece traducida a ninguna otra lengua. La canta el griego, el latino, el caldeo, el sirio, el persa, el árabe; todas las naciones del orbe la tiene por suya, y todo el que da culto a Dios venera con reverente amor la dignidad de esta palabra. Nadie la encuentra disonante o carente de sentido, al contrario, todos expresan su júbilo con el dulce sonido de esta palabra”.

Grande tenía que ser el amor de los hijos de Israel al aleluya, cuando ya los Setenta, en su versión del Antiguo Testamento al griego, no se atrevieron forma original hebrea de la palabra. Así, pues, pasó sin traducir a la versión de los Setenta.

Así, pues, el aleluya es una de aquellas palabras santas de la Biblia, cargadas de singular fuerza y plenitud de contenido, cuya forma original no se atrevió a tocar ningún pueblo cristiano, pasando sin traducir a las lenguas de las diversas naciones. Este paso se realizó, como hace notar san Jerónimo, a través de la primitiva comunidad judeo-cristiana.

Photina Rech, El Aleluya, canto de Pentecostés
en Benedictinas de Herstelle, Nuestra Pascua
Madrid 1962, 244s.

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