Ausencia – Presencia del Señor

 

“Los cristianos del antiguo Rito hispano se orientaban litúrgicamente no solo hacia el trono vacío sino hacia el Sol naciente cuya luz entraba abundantemente por la ventana del ábside. Por eso el psallendum de la Ascensión lo recuerda:

ascendió sobre los cielos de los cielos hacia oriente.

Desde el mismo lugar al que se fue volverá, como nos lo recuerdan los ángeles”. (A. Ivorra)

Cf. Comentario a las lecturas del Tiempo Pascual

***

Oh Dios, que has ascendido al cielo llevando contigo
a los que habían sido cautivos,
concede a los hombres el don de la paz eterna.
Aunque, al subir a los cielos,
ocultaste tu cuerpo a la vista de los hombres,
dígnate penetrar benignamente en nuestros corazones.

R/. Amén.

Concédelo, oh Dios,
por el autor de la paz y del amor,
nuestro Señor Jesucristo,
con el cual eres una sola e igual esencia
en la unidad del Espíritu Santo que reina,
Dios, por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

 (Oración hispano-visigótica)

 

***

Hoy recordamos a
san Gregorio VII (+1085),
unificador de la liturgia de Europa
con el Rito romano.

3 comentarios en “Ausencia – Presencia del Señor

  1. Por segunda vez (y no parece que sea por error) nos ofreces 45 fragmentos, lecturas, 5 para cada celebración, de 9 jornadas, de los 3 años litúrgicos.
    Es tan denso y completo que, desglosado y desmenuzado, daría para un Campus Gothia, sin ningún otro elemento, y faltaría tiempo. El Misterio desde la Ascensión.

    Un master para la «ciencia del amor».

  2. Interesante. Yo solo he leído el comentario de las Ascensión del año II. Las demás las dejo para sus días antes de Pentecostés.

  3. De hecho en nuestras vidas parece que se repite esa ausencia y presencia del Señor. Sabemos que está presente siempre. Pero la verdad es que a veces no le sentimos, no le percibimos en nuestro corazón, sin saber exactamente por qué. Y luego, de repente, sin saber porqué, vuelve. Vuelve la paz; las cosas que antes causaben desasosiego y confusión parecen encajar y tiener sentido. Y se tiene la sensación de que un espíritu maligno ha introducido desorden en nuestras almas. La única solución es, en mi experiencia, la oración. San Francisco de Asis decía que cuando sentía tristeza se ponían a rezar con fervor hasta que se le pasaba y volvía la alegría.

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