Domingo de las bienaventuranzas


Domingo de las bienaventuranzas: Jesús, hombre de oración,
es también un predicador ambulante y un hombre de acción.
El que repartió el pan a la multitud nos enseña el valor de la pobreza,
del compartir. En Él vemos una unidad entre sus palabras y su obrar.
En este antiguo domingo de «septuagésima»
tenemos especialmente presente que toda la predicación del Señor
empieza con las bienaventuranzas:

«Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las promesas de Dios desde Abraham ordenándolas al Reino de los cielos.
Responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.
Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama:
el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios.
La bienaventuranza de la vida eterna es un don gratuito de Dios;
es sobrenatural como también lo es la gracia que conduce a ella.
Las bienaventuranzas nos colocan ante opciones decisivas con respecto a los bienes terrenos;
purifican nuestro corazón para enseñarnos a amar a Dios sobre todas las cosas.
La bienaventuranza del cielo determina los criterios de discernimiento en el uso de los bienes terrenos en conformidad a la Ley de Dios».
(Cat 1725ss)

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811 millones de personas pasan hambre en el mundo.
Una cifra que duele y que no deja de aumentar por quinto año consecutivo.
El aumento de este último año (161 millones de personas más)
se debe entre otras cosas a la Covid-19, cuyos efectos
han provocado una nueva pandemia de la que nadie habla:
la Hambremia.

¿Podríamos hacernos cargo de un proyecto concreto
en la lucha contra el hambre?

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