Isidro y María: esposos madrileños de tradición mozárabe

San Isidro, madrileño de tradición mozárabe,

escuchó esta misma oración en la liturgia:

“Procurad, oh hermanos muy queridos,
abandonar la carga de los pensamientos profanos,
levantad vuestro espíritu
y tomad vuestro vuelo hacia las regiones superiores.

 

Seguid con los ojos del corazón a la humanidad que Cristo asumió,
escoltada a lo más alto del cielo:
el objeto asombroso que se propone a nuestra contemplación,
es Jesús, nuestro Señor.

 

Asocia la bajeza de la tierra a la nobleza del cielo.
Hace falta una vista penetrante
para considerar el lugar a donde debemos seguirle.

En este día nuestro Salvador,
después de haber tomado nuestra carne,
recupera el trono de su divinidad.

En este día presentó a su Padre su humanidad
que ha sometido al sufrimiento.

Exalta en los cielos a la que ha humillado en la tierra.
Va a ver la gloria el que ya ha visto el sepulcro.
Y aquel que por vencer a la muerte
nos ha otorgado el beneficio de su muerte,
nos gratificó con la esperanza de la vida
por el ejemplo de su resurrección.

En este día ha vuelto al Padre,
el que no ha aparecido nunca sin el poder del Padre,
el que es su igual.

Así, no siendo por su naturaleza más que uno con el Padre,
al entrar en el cielo como hombre nuevo,
no tomó una nueva humanidad.
Imploremos, pues, del poder del Padre,
en nombre de su Hijo nuestro Salvador,
el envío de la gracia espiritual,
el don de la eterna beatitud,
la ascensión hacia la mansión feliz,
el progreso de la verdadera fe
y la ruina de la infidelidad herética.

Ciertamente oirá en su gloria
a los que buscó cuando estaban perdidos.
El que no rechazó a los extraños
será cortés con los suyos.

Nos ayudará a nosotros que creemos en él
puesto que no nos abandonó cuando estábamos por conocerle.
El que hizo de sus enemigos hijos obedientes
no nos dejará huérfanos.

Y, en fin, el que prometió el espíritu de la santidad,
nos concederá el objeto de nuestras súplicas.

R/. Amén”.

3 comentarios en “Isidro y María: esposos madrileños de tradición mozárabe

    • Himno IV Ergo sancti presencia. En presencia del Santo.
      Ensalza al santo Isidro descubriendo su vida de trabajo y devoción. Canta la compañía y ayuda de los ángeles y el milagro de multiplicar la comida de los cofrades para dársela a los pobres. Elogia al santo que presta ayuda a los necesitados habitantes de España (Yspanie).

      Himno IV
      En presencia del Santo los feligreses entonan saltos.
      El Concejo del Clero hace votos al Señor, ofreciendo dignos presentes al Santo Patrono Isidro,
      En presencia del Santo.
      El santo varón, al amanecer, dirigiéndose por los caminos reales, sin que le llevase ningún carro, visita todas las iglesias.
      Por la clemencia del Santo.
      No quebrantado por cansancio alguno, vuelve a su trabajo; confiado en la ayuda divina es compensado en su trabajo.
      En presencia del Santo.
      Cada día cumplía esto la permanente gracia de su virtud; la alegría de su recto corazón destierra el peso de la tristeza.
      En presencia del Santo.
      Era acompañado por ángeles en su trabajo; era grato a los habitantes de cielo y a los de la tierra.
      En presencia del Santo.
      La escasa ración guardada para él por sus cofrades, fue suficiente comida para los pobres.
      En presencia del Santo.
      Un campesino de este mundo permaneció invicto en su lucha, por lo que ahora es un feliz habitante del palacio celestial.
      En presencia del Santo.
      Ya se ve cumplida la sentencia del Salvador y ya se conoce su poder, que alcanza a sus fieles siervos.
      En presencia del Santo.

  1. La oración hispano mozárabe de hoy me está resultando mas compleja de lo habitual. La sintaxis, la composición, la traducción… sin duda es mi cabeza distraída…
    Tal vez por mentar que san Isidro la escuchaba… en latín?. Tal vez porque en su inicio dice…
    «… tomad vuestro vuelo hacia las regiones superiores. Seguid con los ojos del corazón a la humanidad que Cristo asumió,
    escoltada a lo más alto del cielo…»

    La idea bíblica y largamente desarrollada por los místicos sufíes (Ibn Arabi en especial) de «los ojos del corazón» me abre campos al mensaje central de la resurrección de Jesucristo en la oración.

    El corazón como órgano del conocimiento frente a la razón, los ojos que ven (o no) el rostro de Dios (Moisés), el corazón que ve, la imagen «que llevo en las entrañas dibujada» según el verso de san Juan de la Cruz…
    Visto con el ojo del corazón, la humanidad que Cristo asumió, el Señor de la compasión…, etc.

    Y me cuesta seguir en lo intrincado y denso de la oración, que tal vez san Isidro, con su habilidad para lo esencial le fuera transparente (de la compasión seremos juzgados al final cuando nos digan… éste al que diste de beber era yo…).
     

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