La consagración en el Señor (II)
Expropiarse en el Señor

Manuel Gómez Vela, diácono presenta el Evangelio del Señor al pueblo

Manuel Gómez Vela, diácono presenta el Evangelio del Señor al pueblo

Dejarse expropiar, supone una vivencia tan radical de las bienaventuranzas que llega uno hasta el desprendimiento total de todo y de todos, para no tener otros objetivos que el de Jesús: la salvación de todos los hombres. Se trata de ser, con el testimonio, una presencia de Jesús ante cualquiera que pueda necesitar de Él. Esto es lo que realmente cuesta, pero es lo que permite a todos los consagrados cumplir debidamente con la misión a la que el Señor los ha destinado.

Suelo decir que dejarse expropiar por Dios es algo parecido a cederle a Dios el volante de nuestra vida. No sé si el lector sabrá conducir. Pero cuando uno sabe conducir y conduce otro, se siente bastante incómodo. Y es que cada uno tenemos nuestro punto de reacción ante los obstáculos que surgen durante cualquier recorrido.

Y cuando quien conduce no reacciona como nosotros, tememos un accidente. Las reacciones de Dios no son las nuestras; y como no vemos las cosas y las situaciones de la misma manera que Él, nos resulta incómodo su modo de conducir.

Cierto que nos fiamos, que sabemos que conduce mejor que nosotros, pero nos resulta incómodo; tenemos tendencia a reaccionar a nuestro estilo. Pero, a medida que uno se va dejando conducir por quien sabe que conduce mejor, va desapareciendo la incomodidad porque va haciendo coincidir el punto de su reacción con el punto de reacción de Dios; se va uno compenetrando con El; va dejando, cada día más, de ser uno para ir siendo Él. Esto es lo que podemos llamar dimensión oblativa de la consagración. Recuerdo unas palabras de Pablo VI cuando dice que mediante la consagración, «el alma se da a Dios, en un acto supremo de la voluntad y a la vez de abandono, de entrega de sí mismo. La conciencia se erige en altar de inmolación».

Ser sacrificio, ser oblación, equivale a participar en la Pascua del Señor. Esta participación es tanto más intensa cuanto más se deja uno expropiar hasta llegar al total ofrecimiento y a la total oblación. (Mons. J. Gea)

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