«Los cristianos no adoran a tres dioses diferentes,
sino a un único ser, que es trino
(Padre, Hijo y Espíritu Santo) y sin embargo uno.
Que Dios es trino lo sabemos por Jesucristo:
Él, el Hijo, habla de su Padre del Cielo («Yo y el Padre somos uno», Jn 10,30).
Él ora al Padre y nos envía el Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo.
Por eso somos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19)».
Esta teología está continuamente presente
en las oraciones del Rito Hispano-mozárabe.
«Cuando descubrimos la realidad de Dios en nosotros, entramos en contacto con la acción del Espíritu Santo.
Dios «envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4,6), para que nos llene completamente.
En el Espíritu Santo el cristiano encuentra una alegría profunda, la paz interior y la libertad.
«Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abbá, Padre!» (Rom 8,15b).
En el Espíritu Santo, que hemos recibido en el Bautismo y la CONFIRMACIÓN podemos llamar a Dios «Padre»».
«Entre los ejercicios de piedad dedicados directamente a Dios Trino y Uno hay que recordar, junto con la pequeña doxología (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…) y la gran doxología (Gloria a Dios en el cielo…), el Trisagio bíblico (Santo, Santo, Santo) y litúrgico (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros), muy difundido en Oriente y también en algunos países, órdenes y congregaciones de Occidente.
El Trisagio litúrgico, que se inspira en otros cantos litúrgicos basados en el Trisagio bíblico – como el Santo en la celebración de la Eucaristía, el himno Te Deum, los improperios del rito de la adoración de la Cruz, el Viernes Santo, derivados a su vez de Isaías 6,3 y de Apocalipsis 4,8 – es un ejercicio de piedad en el que los que oran, en comunión con los ángeles, glorifican repetidamente a Dios Santo, Fuerte e Inmortal, con expresiones de alabanza tomadas de la Sagrada Escritura y de la Liturgia».
La Santa Trinidad es Unidad buena y seria.
Y tal vez tengamos libertad frente a este Magno Misterio.
Pero el Espíritu Santo, siento que «juguetea» con nuestros sentidos, afectos, emociones y razones, y acabamos bajo sus «alas», pues dispone de todos los anteriores atributos humanos, para que, de un modo u otro, seamos instrumentos de su amor e inteligencia. Y nos cuesta reconocerlo, pues «nuestros caminos no son sus caminos», o tal vez si lo son, cuando los endereza.