La señal de la cruz

Cruz ovetense (crux gemmata)

 

Trazar el signo de la cruz en la frente es una costumbre cristiana, datable en España desde el s. IV. El poeta Prudencio atestigua el gesto ya al retirarse a descansar (cf. Cathemerinon liber VI). Y canta, así, sobre el madero santo: 

 

 “La señal de la cruz  
fortalezca tu frente y tu corazón.  
La cruz ahuyenta el pecado;  
las tinieblas huyen de la cruz;  
el alma consagrada a tal bandera  
no sabe nunca vacilar en el combate. 
¡Lejos de nosotros sombras monstruosas de los sueños;  
huye lejos, engañador de astucia soberana!” 

Trazar el signo sagrado es una petición de la gracia del Espíritu (fortaleza) para la lucha en la vida cristiana. También, se concibe como una oración gestual de protección contra el Mal (exorcismo). 

 

En el s. VII, san Isidoro recogerá la costumbre del signo de la cruz en la frente vinculándola a la Eucaristía. 

Cuando se introdujo la señal de la cruz sobre todo el cuerpo se trazaba el signo de la frente al pecho y del hombro derecho al izquierdo para acabar en el corazón. Era la manera de signarse en la España visigótica y mozárabe. En Occidente, allá por el siglo XIII, se comenzó a variar hacía la forma romana actual. 

En cualquiera de sus formas conviene recordar los consejos del erudito padre Romano Guardini 

“Cuando hagamos la señal de la cruz, que ésta sea una verdadera señal de la cruz. En lugar de un gesto diminuto e imperceptible que no proporciona ninguna noción acerca de su significado; hagamos, en vez, una gran señal, sin ningún apuro, que empiece desde la frente hasta nuestro pecho, de hombro a hombro, sintiendo conscientemente cómo involucra todo nuestro ser, nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestros cuerpos y nuestras almas, cada una de las partes de nosotros mismos y de una sola vez, de modo que nos consagra y nos santifica …”  (Señales Sagradas, 1927).

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