Santa María de Torrelaguna
o la «estrella carpetana»

El primer día de la «octava» del nacimiento de la Virgen
se recuerda a una mujer de la Marca Media medieval
que pasó a la historia como «la estrella carpetana».

***

Tantas veces parece que las fuentes históricas solo nos informan de los hechos de personas “grandes”, como si el resto de la gente careciese de significado histórico. Y, sin embargo, la Iglesia de Madrid celebra a inicios de septiembre a una persona medieval humilde, escondida con Cristo en Dios: una mujer, trabajadora, esposa, madre de familia, viuda y anacoreta. En su época -siglo XII- y, con las debidas excepciones (Hildegarda de Bingen o Juliana de Norwich), el papel de las mujeres era, sobre todo, el de esposas que colaboraban con sus maridos o el de viudas que tenían una existencia nada fácil. Esta fue la situación de la madrileña universal que fue santa María, esposa de san Isidro y madre de san Illán.

El texto más antiguo donde se menciona a la santa es el manuscrito conocido como el Códice de Juan Diácono: una colección de relatos de milagros realizados por su esposo Isidro, escrito en latín con primorosa caligrafía a mediados del siglo XIII, cuando todavía se conservaba fresca la memoria del matrimonio que eligió vivir con el trabajo de sus manos para ganar su sustento… sirviendo a un caballero de Madrid. [Isidro], en compañía de su esposa, se puso a trabajar en un campo próximo a la villa, dando a Dios lo que era de Dios, y con la debida fraternidad para su prójimo [2].  

Con una entrega a los demás que se concreta en este relato: Isidro… siempre rebosaba misericordia en su corazón y nunca dejaba de dar limosna en la medida de sus posibilidades.  

Y así, un sábado, habiendo distribuido a los pobres todo cuanto había en la cocina, se presentó de improviso un pordiosero pidiendo le diese algo. Con gran misericordia, no teniendo nada que darle, suplicó a su mujer:  

“Te ruego por Dios, querida esposa, que des lo que quede del puchero”.  

Ella, a sabiendas de que no había sobrado nada, por complacerle se fue a traer la olla vacía; sin embargo, el piadoso designio de Dios quería satisfacer el deseo de su siervo tanto que encontró la olla repleta. La mujer se quedó al principio sorprendida, pero reconociendo el milagro y el favor divino, dio de comer al indigente en abundancia. No lo contó al marido, pues sabía que él desdeñaba la vanagloria.  

Mas, como a los que arden en el amor de Dios no se les puede cerrar la boca, lo contó a sus vecinos y a otras personas competentes, en la medida en que Dios le había indicado difundirlo [4].

El autor sitúa a su familia en el contexto del relato de la muerte del labrador:  Este hombre de buenas costumbres, que tenía una esposa legítima y un hijo… cayó enfermo en cama, y presintiendo inminente el último día de su vida, recibido el Viático y después de hacer testamento de su pobre hacienda, amonestando a su familia para que amase al Señor, golpeó su pecho, juntó las manos, cerró los ojos y entregó su espíritu humilde a su Creador y Redentor a quien siempre había servido [6].

Lo que ha llegado hasta nosotros son relatos sencillos que presentan en pinceladas el retrato de una familia cristiana, de campesinos trabajadores que, amando a Dios y viviendo bajo su Palabra, manifiestan su amor al prójimo compartiendo sus bienes con los necesitados.

En el siglo XVIII se escribe, con gran esmero histórico, una primera biografía breve. El relato, destinado para el rezo litúrgico, resume lo más sustancial que se conservaba en la memoria popular.

María de la Cabeza nació en Madrid o no lejos de esta localidad. Sus padres, piadosos y honestos, pertenecían al grupo de los llamados mozárabes. Fue esposa de san Isidro viviendo y labrando su vocación matrimonial con gran santidad.  

De la vida cotidiana nos transmite: 

Sus ocupaciones eran domésticas… con tal sencillez que lo único que brillaba en su vida eran la humildad, la paciencia, la devoción, la austeridad y otras virtudes, con las cuales era rica a los ojos de Dios. En el matrimonio el servicio y las atenciones hicieron que ambos esposos vivieran en tal unidad como si fueran dos en una sola carne, un solo corazón y un alma única. Ella colaboraba en las faenas del campo, en trabajar las hortalizas y en hacer pozos no menos que en el oficio de la caridad, sin abandonar nunca su continua oración. 

Cuando el joven matrimonio vivía temporadas separado,

ella se marchaba a una ermita, situada en un lugar próximo al río Jarama. Su estilo de vida solitaria -en obsequio a la Virgen- consistía en dedicar tiempo a la meditación teniendo a Dios como maestro, atender la capilla y sus altares, pedir por los pueblos vecinos ayuda para cuidar la lámpara, y otros menesteres. 

Una vida entregada nada exenta de envidias de maledicentes, que no horadaron la confianza de su esposo:

Estando entregada a esta clase de vida piadosa, unos encizañadores fueron a Isidro con la calumnia: su joven mujer hacía mala vida con los pastores. El santo varón, buen conocedor de la fidelidad y del pudor de su esposa, rechazó a los delatores como agentes del diablo… Y el honor de esta mujer continuó intacto ante su marido y ante los vecinos de la comarca. 

En los últimos años de su vida regresó a Madrid y de nuevo empezó a vivir con la admirable vida santa de antes. Después de morir su marido, volvió a su querida casa de la Virgen [cerca del Jarama, en Torrelaguna], como si fuera una ciudad bien defendida por Dios. En este lugar murió, llena de años y méritos. 

En la Bula de canonización del patrón de Madrid, Rationi congruit (1724)el Papa se refiere así a la esposa de san Isidro:

La mencionada consorte del bienaventurado Isidro, llamada María de la Cabeza, está considerada por los españoles, en atención a sus santas costumbres, como digna de veneración y, en todo, semejante a su marido. Por esta razón, su antiquísimo culto mereció ser aprobado.

El Papa Inocencio XII, confirmando y aprobando el culto inmemorial dado a la sierva de Dios, por la Bula Apostolicae servitutis officium del 11 de agosto de 1697, inscribe su nombre en el santoral. El 15 de abril de 1752, por decreto de Benedicto XIV, se concede en su honor Oficio y Misa de Santa María de la Cabeza.  

VER.-

El ejemplo de los santos nos interpela a ser responsables y tomarnos en serio nuestro trabajo cada día no significa ponerlo por encima de todo:

¿Sé darle el tiempo, el orden necesario a mis tareas, pero también cuándo tengo que dejarlo para otro día? ¿Domina mis sentimientos, mis pensamientos, mi humor, o sé hasta dónde tengo que confiar en Él y cuándo está interfiriendo en cosas más importantes? 

Cuando afrontamos con seriedad nuestro trabajo, y cuando lo aparcamos porque no es su tiempo, también así somos luz del mundo, que aprende por nuestro ejemplo que el trabajo ha de ser para servir a Dios, sea el que sea:

¿Cómo lo vivo yo? 

¿Experimento que trabajo para Dios? 

¿Tengo en cuenta “el criterio de lo divino” para tomar mis decisiones laborales, o considero la caridad un estorbo en mis tareas? 

La vida de san Isidro y de Santa María de la Cabeza era una vida discreta, sencilla, no eran gente “importante”. Puedo experimentar la tentación de no considerar importante mi trabajo, de no valorar suficientemente lo que hago:

¿Agradezco a Dios que cuente conmigo para colaborar con su tarea creadora? 

¿Vivo mi humilde misión desde la fe, buscando que agrade a Dios? 

El ejemplo de generosidad de Isidro y de María nos ayuda a ver que aquel que entrega gratis lo que ha recibido gratis recibe, ya en esta vida, “cien veces más, luego la vida eterna”:

¿Soy generoso con lo que he recibido por don de Dios? 

¿Comparto lo que tengo, no sólo con los que quiero o me caen bien, sino con quien tiene necesidad? 

María da a conocer con humildad la acción milagrosa de Dios entre la gente de su confianza. Así se anuncia a Dios, en la intimidad y en la profundidad, de corazón a corazón, para que no se pierda un tesoro tan preciado:

¿Gusto de contar lo que Dios hace en mi vida? 

¿Con quién comparto la acción misteriosa de Dios, que multiplica mis dones cuando los ofrezco al prójimo? 

¿Soy agradecido a Dios por ello? 

JUZGAR.- 

Si en el barroco se la denominaba estrella carpetana bien podemos nosotros calificarla de mujer admirable y, consecuentemente, fijarnos en ella:

-Si habéis debatido sobre el lugar de la mujer y su misión en el mundo: cf. Mulieris Dignitatem 30-31. 

 -Si os ha llamado la atención el tema de ser <luz en el mundo> por medio de nuestro comportamiento, de nuestras decisiones: cf. Sal 119; Lc 10, 38-42; Jn 8, 12b. 

 -Si el tema es el descanso y el trabajo, sobre cómo articularlos para que sean dignas ocupaciones: cf. Dies Domini 65-68. 

 -Si el tema es la caridad en el mundo laboral: cf. Caritas in Veritate 12.18. 

 -Si el tema es la generosidad, la caridad de María e Isidro: cf. Mt 19, 16-30; Lc 21, 1-4; 2Co 8, 1-15 

 

ACTUAR.- 

Las tradiciones orales de Madrid sitúan su casa en los arrabales mozárabes de san Andrés (en La Latina, donde hoy se levanta el Museo de los orígenes). Allí se muestra el pozo donde cayera su hijo Illán.

– Se puede proponer, cuando las condiciones sanitarias lo permitan, una visita a este interesante Museo. 

Ante una persecución almorávide, que deportaba a los cristianos a Fez y Mequinez, el matrimonio huye de la Villa. A su vuelta, se cuenta de ella cómo trabajaba junto con su marido en las tierras allende el río hacia los Carabancheles, en el lugar donde Isidro hizo brotar un manantial en un lugar completamente seco y árido sobre en cual se alza la Ermita que inmortalizara Goya.

– Se puede proponer entrar en contacto con alguna organización eclesial que apoye a los cristianos que hoy son perseguidos en el mundo a causa de la fe.  

Las reliquias de la santa fueron trasladadas, de la ermita visigótica que habían poseído los templarios, al convento franciscano de Torrelaguna y depositadas en la sacristía en arca de marfil. Allí estuvieron hasta su traslado a Madrid en 1645. Del oratorio de las Casas Consistoriales pasan, en 1769, al retablo de la Colegiata de san Isidro, donde actualmente se veneran junto a las de su esposo. Por su actividad en la Ermita del Jarama –manteniendo encendida la lámpara del santuario- se la representa con una alcuza de aceite y una tea que evocan a Cristo Luz del mundo (Jn 8, 12; 9, 5; 12, 46).

Como complemento de esta fiesta se puede visitar la Colegiata de san Isidro (c/ Toledo), la Ermita del Santo en la ribera del Manzanares o las interesantes ruinas de la Ermita de Torrelaguna

 (Cuando las condiciones de la pandemia por el coronavirus lo permitan)

Concluimos orando según la tradición hispana:

Tú, Padre, eres nuestra paz verdadera,
caridad indivisible;
tú, que vives contigo mismo
y reinas con tu Hijo y el Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos.
R/. Amén. DdC

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